martes, 28 de febrero de 2012

Date with M.I.A.

Mi agenda para aquel jueves no podía estar más completa. Un día lleno de fortuna. De la que me predijo un pececito antes de salir de viaje. Días de millonario. Caribbean Days. Durante todo ese jueves hablé inglés. Yo ya cachaba algunas palabras cuando lo escuchaba en El Salvador pero nunca me había atrevido a hablarlo. Excepto algo entonado por el alcohol. En Saint Vincent me ha tocado speak. Bueno en realidad aquí me toca hablar tres lenguas: español salvadoreño, portugués brasileño e inglés caribeño (vincy).



Thursday morning

Me levanté temprano, desayuné como dios manda y me preparé un lunch. Me dirigía a un lugar desconocido donde me esperaba una lituana.

Abordé una van hasta Tokio, la central de microbuses en Kingstown, Saint Vincent. Imaginen una terminal de microbuses de Soyapango o Santa Tecla pero a la orilla del mar. El deschongue es el mismo: las vans esperan a que los vincentian de a pie se amontonen en su interior.

La van que lleva a Chateaubelair no sale con frecuencia. Cuando llegué un viejito chele me dijo “you´re lucky, I´ve one hour here and still waiting”. Tenía acento inglés.

Cuando finalmente la van arrancó el viejito gritaba tipo cobrador “Cható”, “Cható”, “Cható”. El conductor le habría dicho que no mucha gente va o viene de ese lado de la isla y que debe esperar por los pasajeros para que su negocio sea rentable.

Chateaubelair es uno de los poblados del lado francés de Saint Vincent. El lado menos urbanizado de la isla.

Lo que sí hay ahí son paisajes. Una estrecha callecita surca los cerros. Sube. Baja. Vuelve a subir y cada vez que llega a una cima, un paisaje del mar Caribe se abre para el deleite de la vista.

Antes de llegar a mi destino, la Richmond Vale Academy, caminé unos tres kilómetros contemplando el country side caribeño...

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