domingo, 8 de abril de 2012

Bequia

Mi lugar favorito en Saint Vincent and the Grenadines se llama Bequia. Se pronuncia “Becuey” y es la isla granadina más grande. Sueño con volver a aquellas playas de arena dorada.

Las playas de Saint Vincent no son tan paradisíacas como las de las granadinas. Muchos ni siquiera llegan a Kingstown. Se van directo a Bequia, Mustique, Canouan, Mayreau o Union Island.

M.I.A. estaba hospedada en Bequia. Aquel jueves en la noche la encaminamos en el speed boat “Beep Beep”. Saltando entre las olas, y a más de 80 kilómetros por hora, llegamos en apenas 15 minutos.



Desde Kingstown hay ferri hasta Bequia. Un viaje round trip cuesta alrededor de EC$ 30.00 (unos $12.00) y tarda aproximadamente una hora. El barco es cómodo pero todo el viaje baila el ritmo del mar. Si uno se marea con facilidad hay que ser prevenido.

Al llegar a Bequia se respira turismo. Ventas de ropa, bikinis, sombreros, cocos… Los mejores hoteles, restaurantes y bares del país están en esta isla. Hay muchos yates anclados cerca del Port Elizabeth. Son europeos y gringos retirados que tienen años viviendo en esos barquitos full acondicionados.

Unas cinco mil personas viven en la pequeña Bequia (18 km2). Una de las playas más concurridas es la Princess Margaret, excelente para navegar, bucear o hacer snorkel.

Muchos artistas han hecho de Bequia su residencia. Eventos culturales como festivales de jazz o exposiciones de arte visual no tienen eco en Kingstown pues Bequia es la capital cultural del país.



Aquella noche mientras navegaba rumbo a Bequia con mis amigos millonarios me sentí afortunado por vivir aquellos lujos sin pagar un centavo. “Es lo que me toca vivir”, pensé y lo asumí como tal.

Llegamos a Bequia entre 10 y 11 de la noche. Anclamos el speed boat en el muelle de un lujoso bar donde tomamos Sunset con jugo de frutas.

Un rasta vicentino me pidió que le comprara un coco. Bueno eso fue lo que entendí. Por mi ebriedad ya casi no le atinaba al vincy. Él quería dinero para seguir bebiendo y solo tenía para ofrecer un pequeño coco. Yo le dije “me na no money” pero él siguió insistiendo. Al final me lo regaló. El coco apareció en casa la mañana siguiente.

Antes de la media noche, M.I.A. se despidió. “See you later”, nos dijimos y nos besamos los cachetes. Con Sophie y su novio regresamos al speed boat para poder volver a casa.

Las estrellas, el mar, el ruido de los motores y gritar a todo pulmón es algo que jamás voy a olvidar. Conocer a M.I.A. fue muy alegre, pero se queda pachito con ese sentimiento de libertad vivido al final de aquel jueves.

Así terminaron mis aventuras de mochilero y mis Caribbean Days. Ahora nuevas experiencias me deparan en mi paisito. Espérenlas.

viernes, 6 de abril de 2012

Sunset

Aquel jueves me levanté pensando que conocería a M.I.A. I was excited. No sabía cómo sería el encuentro. “Quizá sea cuestión de segundos y de un apretón de manos”, pensé. No fue así.

Thursday evening

El entrenamiento con la selección nacional de Rugby de Saint Vincent terminó mientras el sol se ocultaba. M.I.A. y Sophie esperaban en el carro. Tomaban “aguita de coco para matar la sed”.

Yo apestaba. No me bañé ese día y despedía un olorcito a macho sudado que ni yo podía con él. Según mi madre y mi prima el hedor de mi axila es más fuerte de lo normal. Viven repitiéndomelo y yo les creo. Me decía a mí mismo “no levantés los brazos”, “no levantés los brazos”, “no levantés los brazos”.

“Dudu she´s M.I.A.”, dijo Sophie. “Hi, nice to meet you”, dije y le extendí la mano. “Nice to meet you Dudu”, dijo M.I.A. “He´s from El Salvador and is our neighbour”, amplió Sophie. “Ah, ok”, dijo M.I.A. sin interés. Luego se volteó hacia Sophie para seguir hablando entre ellas.

Subimos al carro y salimos del Sports Complex. En el camino me di cuenta que no íbamos para casa, íbamos hacia el Tree House Bar, un pequeño local construido entre dos árboles de mango donde tomaríamos algo mientras esperábamos al director de “Bad Girls”. El fulano llegaría dos horas más tarde desde Barbados.



Sunset es un ron con 84.5 % de alcohol. El más popular entre los vincentians de cantina. Es de lo poco que se produce en Saint Vincent (St. Vincent Distillers LTD). Otro producto nacional y popular es la cerveza Hairoun. Aquella noche yo le fui fiel a la Hairoun mientras M.I.A. prefirió Sunset con jugo de frutas.

Tomar Sunset es casi un ritual en el country side. Se toma un shot straight seguido por dos buenos tragos de agua pura.

Se puede sentir como el líquido caliente baja por la garganta quemándola. Dos tragos son suficientes para poner hablar aguado a cualquiera. En las cantinas venden las pachitas de Sunset desde $2.50 más un garrafón de agua helada. Lo chic es tomarlo con jugo de frutas en bares.

Yo traje seis botellitas de 170 ml. que me han bastado para emborrachar a más de una docena de amigos. Verles aturrar la cara me dibuja de inmediato una sonrisa.

La Hairoun es tan buena como la Suprema. Es otra de las pocas industrias vicentinas (St. Vincent Brewery LTD) aun cuando el propietario del 40 % de la empresa es de República Dominicana. Su única presentación, de 280 ml., me recordaba a la Golden. Sin embargo, mi experiencia cervecera me dice que la Hairoun es una cerveza más fuerte y deliciosa. La extraño.

El inglés propietario del Tree House Bar no se despegó de nosotros. Habló básicamente sobre el funcionamiento del local mientras el novio de Sophie y yo escuchábamos atentos y preguntábamos algo por educación.

M.I.A. y Sophie hablaban entre ellas sin poner atención alrededor. M.I.A. sacó una cajetilla de cigarros y le ofrecí fuego temeroso. Yo la veía con disimulo. Estaba tan sexy y desenfadada como en los videos. Traté de entender la plática que tenía con Sophie, pero solo entendí algunas palabras: media, Madona… Verla me bastaba. Sophie insistió con una foto y me guiñó el ojo.



La hora para ir al aeropuerto llegó. M.I.A. pagó la cuenta amablemente y dijo que Saint Vincent le parecía barato. Fuimos por el director audiovisual y llegamos a casa. Minutos más tarde estábamos navegando en un speed boat hacia Bequia.