martes, 7 de diciembre de 2021

TikTok

Síganme como @duduportillo. El año se me termina haciendo una reflexión sobre las llamadas redes sociales. Contarles principalmente como me va en TikTok donde me divierto compartiendo videos. Quieren verme, pues no es más que ir allá y descubrir mi contenido.   

Nota que simboliza la dirección musical de TikTok

Hace más de seis meses contraje la fiebre de TikTok. Realmente me gusta usar redes sociales, como a todos. A cada una le doy un uso particular y tengo diferentes grupos de amigos en cada cual.

En Facebook me encuentro con mi familia. Uso Twitter para informarme. A Instagram subo alguna foto que me gusta o que por sí misma define algo. Whatsapp es mi herramienta de trabajo. Tengo un canal en Youtube que nunca volví alimentar. Uso únicamente Gmail como correo electrónico y subo un post mensual en esta cuenta de Blogspot donde estás en este momento.

Hay que tener cuidado en el ciber espacio. Nuestros perfiles y publicaciones dicen quienes somos, por eso cada quien tiene sus reglas para administrar sus redes. A mí por ejemplo me es difícil aceptar como “amigo” a alguien que no pone foto de perfil. 

Cuando Tiktok empezó a sonar con fuerza pensé que debería bajar la aplicación “para guardar el usuario” como me dijo un amigo, pero aún no tenía el coraje de verme en un video haciéndome el chistoso.

A finales de mayo de este año y motivado por Arleny (a quien pueden seguir como @arleny_2010_6) hice entonces oficial el lanzamiento de mi cuenta: @duduportillo.

Sigo a las personas que conozco y que también me siguen, ahorita son 56. Me siguen 228 así que yo siento que tengo mi público chis. Mis videos han recibido 1582 Likes. Lo sé, no es nada y no pretendo que sea más. En TikTok todos nos sentimos influencers y subimos videos por pura diversión. En lo personal busco principalmente entretenerme cuando me conecto.

Si en las redes sociales compartimos contenido para que nos vean o lean en TikTok eso de llamar la atención se eleva al cuadrado. En un video de 15 segundos es posible que pueda captar tu atención y tal vez hacerte reír. Esto yo no lo consigo en otra red y menos con una frase de Cantinflas o la India María. 

En TikTok uno puede crear un video corto (hasta de tres minutos) en géneros como danza, comedia, educación… lo puedes hacer con tu propia voz o con audios de situaciones cómicas o que se han hecho virales por cualquier cosa. Normalmente los audios tienen alguna música o sonido de fondo.

TikTok es una app relativamente nueva. Es la versión internacional de la china Douyin que fue lanzada en 2016. Está disponible e inició su popularidad en 2018 luego de fusionarse con musical.ly. Para octubre de 2020 superó los dos mil millones de descargas móviles en todo el mundo.

La mayoría de usuarios tiene menos de 24 años y hay mucha euforia entre las niñas y niños de entre seis a quince años. A los más chiquitines se les puede ver bailando en las esquinas, repitiendo con insistencia las coreografías de los bailes.

Yo le llamo el síndrome de TikTok, se trata de una leve tembladera inconsciente que permite memorizar los pasos y mantener la atención en lo que se está haciendo al mismo tiempo. 

Yo no me veo bailando, pero sí recreando situaciones divertidas, siento que la clave es actuar como el personaje en cuestión; así puedo ser una señora, un don Juan, un niñito o la princesa Fiona.

Para mí se trata de exponerme en una situación ridícula o cómica para que mis seguidores también se rían. Yo soy el primero en reírme, me tuve que reír antes de publicar.

Los videos de TikTok se reproducen en la página de inicio y uno los va pasando. Si ves el video hasta el final éste se repite automáticamente.

Si quieres hacer un video similar pues bailas o utilizas ese audio y te grabas actuando como la persona que habla, mueves la boca tratando de ir al ritmo del audio y le incluyes tus gestos personalizados. A eso le puedes agregar texto y los efectos más geniales que he visto en redes.

Eso sí, TikTok consume muchos datos de Internet así que si como yo sos de los que pone paquetes te recomiendo mejor hacer tus TikToks cuando agarres wifi.

Bueno, esto ha sido todo por este año. Feliz navidá gentes, que la paz brille en sus corazones.

martes, 2 de noviembre de 2021

Papá

En las serranías de Victoria, donde comienzan las honduras de Lempira, un año más acaba de terminar. Estamos justo en la mitad del siglo XX; va a comenzar el año 1951. Unos pocos cohetes de vara se dejaron oír en las navidades y hoy que se acaba el año son aún menos.

A la nía Lola poco le alegran las fiestas, se encuentra más bien cansada debido a los nueve meses de gestación del que será su tercer hijo. Se trata del primer varón en la familia Portillo Mejía pero ni ella ni su marido lo saben. Lo que sí sabe la madre es que está a punto de parir. Lo presiente.

Unas horas más tarde y quizá mientras se comía un tamal comaliado mi abuela se da cuenta que ha llegado el momento. Manda a llamar ligerito a la partera que llega de inmediato, “tranquila, todo va a estar bien”, habría dicho.


David Portillo (1951 - 1997)

Nace entonces mi papá un dos de enero de 1951. Luego de sobrevivir, en su etapa de bebé, a los primeros sustos de la vida; el niño se desarrolló en la campiña salvadoreña rodeado de vegetación y animales domésticos.

En su niñez y juventud se destacó como estudiante, obtuvo su título de bachiller y luego el de técnico agrónomo. Trabajaba como funcionario gubernamental en las oficinas locales del ministerio de agricultura y ganadería.

Un solo nombre tenía mi papá, se llamaba David y era casi un treintón cuando se casó con mi mamá. En 1982 cuando yo nací, él tenía 31 años.


Nótese mi felicidad y negrura jajaja 

Recuerdo emocionarme al oír el motor de la moto. Gozaba que me permitiera subir y que me llevara hasta el interior de la casa ese último tramo. Mi papá me revisaba los cuadernos y me preguntaba cosas serias. Pienso que quería conocer mi opinión al respecto.

Crecí tomando leche de vaca cruda, ordeñada por mi papá, quien me daba un vaso con café Listo, yo metía el vaso debajo del ubre de la vaca y los chorros caían adentro y afuera.

Adentro formaban espuma y se desprendía un aroma tibio con olor a madre, un aroma que se antojaba en ayunas. Leche de vaca cruda con café Listo era mi desayuno cuando amanecía en el corral junto a mi papá y sus vacas.

Son pocos pero muy claros y vivos los recuerdos que tengo con mi papi. Le pedía que me despertara para levantarme con él a ordeñar, algo que nunca aprendí a pesar de estar rodeado de vacas toda mi infancia.

Él me dejaba dormir y yo le reclamaba. En la noche nuevamente le pedía que me despertara, que me tapara la nariz o me echara un poquito de agua helada en la cara para levantarme. No creí que lo hiciera pero hizo ambas cosas. Ahora yo no tenía como reclamarle, él solo había cumplido mi petición.

Mis padres se separaron cuando yo tenía 13 años. Con mis hermanos nos quedamos bajo la custodia de mi madre así que a mi papá lo visitábamos solo de vez en cuando. Yo no perdía oportunidad para estar con él, me gustaba hacerle compañía porque pensaba que se sentía solo.

Hasta le cocinaba y al preguntarle qué le parecía la sopa que tanto me había costado hacer él me respondía “pior es nada”. Ahora me río y pienso que nunca me ofendió con esos comentarios, en realidad aquella sopa era eso, un pior es nada.

Yo estaba feliz de servirlo y de saber que su comentario era sincero. Los domingos nos despedíamos y le prometía volver el otro fin de semana. Eso duró dos años.  

En septiembre de 1997 yo tenía 15 años y estaba emocionado por correr la antorcha. Ese año sin embargo mi papá la estaba pasando mal y tuvo que ser hospitalizado. El día 12 falleció de manera sorpresiva a la temprana edad de 46 años.

Dicen que en el hospital incluso estuvo bromeando con las enfermeras, les ofreció que al salir de ahí iba a conseguir unas gallinas para agradecer sus atenciones con una sopa. 

Fue difícil comprender su muerte, sigue siendo difícil asimilar su falta aun cuando han pasado 24 años. En mi juventud y adultez carecí de esa figura paterna, sin duda hubiera querido saber su opinión sobre tantas decisiones que uno toma en la vida.

Hoy mi viejo tendría 70 años y a mí me hubiera encantado darle esta noticia: “viejo vas a ser abuelo”.

A pocos días de conocer a mi amada Eli

viernes, 1 de octubre de 2021

Quijote

El aire sopla caliente en horas del mediodía, es un ambiente húmedo con olor a estiércol de ganado, olor a monte. Un calor que se sofoca mejor bajo la sombra de un árbol, ahí mismo donde se refugian los pastores para vigilar su manada. Ahí en ese potrero y debajo de ese árbol habita el Quijote de la Antena. Esta es su historia.

Gracias a mi primo Renacho por el préstamo.

He vuelto a escribir un post para este blog después de un año sin noticias. A todos mis lectores les doy el consuelo de saber que la ausencia se debió a la parranda, a la vida pues. Simplemente me decidí dejar de escribir un tiempo y luego volver para ver que resulta, así que aquí estoy. ¡He regresado! 

Hay muchas cosas que contar, en este reinicio quiero compartirles mis opiniones sobre un clásico de la literatura como es “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. He tenido la suerte de encontrar una edición española de la editorial Alfredo Ortells, S.L. El Quijote de la Mancha es uno de los títulos de la colección Clásicos de la Juventud publicada en 1985.

Nunca había leído Don Quijote porque las ediciones que se me presentaban no me convencían, así de exigente estoy como lector. Cuando vi este libro y me lo ofrecieron para llevar a mi casa mi corazón fue feliz porque finalmente iba a conocer de primera mano semejante historia.

Este que leí es un libro apegado a lo que publicó Miguel de Cervantes Saavedra en 1605. Escrito de una manera un poco difícil de entender, aun para un hablante de español nativo. El libro es fiel a las formas, a veces caprichosas, que tenía el idioma hace más de 400 años.

La lectura es entonces, al menos para mí, lenta porque hay que releer para entender. Sin embargo, la lectura cotidiana hace que se agilice la historia y se nos haga familiar el estilo del autor. Cada vez que abría el libro se abría también un universo, esa dimensión donde existió el caballero andante que fue Don Quijote.

La novela cuenta la historia de Alonso Quijano quien se considera a sí mismo el último caballero andante sobre la tierra. Su misión es proteger a las doncellas y desvalidos que pueda encontrar a su paso, porque siempre está recorriendo el mundo. A su lado va su fiel escudero Sancho Panza a quien su amo le ha prometido ser gobernador de algún reino que conquisten en el camino.

En la imaginación del hidalgo, los molinos son dragones y los presos personas que hay q poner en libertad. Una campesina regordeta es su amada Dulcinea, la mujer más bella que la mente humana pueda imaginar. Estas alucinaciones hacen que ambos se metan en problemas de los que siempre salen con algún moretón o un buen susto.

Se presume que Don Quijote habría perdido el juicio debido a su obsesivo gusto por los libros de caballerías que acumulaba y releía en su casa. Y hasta aquí voy a dejar esta reseña para picarlos y que se atrevan a leer el Quijote, esperen una edición buena como hice yo, no se van arrepentir.

Ahora voy con la historia del inicio, la del Quijote de la Antena: aquí donde vivo estoy rodeado de potreros donde pernoctan principalmente vacas, pero también algunos caballos y cabras.

Mis vecinos tienen animales de granja pero no un lugar propio para tenerlos y entonces utilizan estos potreros baldíos donde vigilan los animales y los mueven de lugar de vez en cuando. Son pastores pues.

Desde antes que yo viniera aquí esa era la situación y así seguirá siendo mientras la zona no se urbanice. Estoy acostumbrado a que a veces una vaca muja frente a mi puerta. No tengo mayores problemas con eso, al contrario, compro leche de esas vacas y me interesa conocer al dueño de los caballos para que me preste uno y aprender a montar.

Hace más de 10 años, cuando “Tamarindo, casa sustentable” existía solo en mi cabeza, solía descansar al mediodía y al final de la jornada bajo la sombra de un árbol. Aprovechaba esos momentos siempre para leer porque me parecía extraño estar en medio del potrero sin hacer nada, sin vacas que vigilar. Así que leía plácidamente a veces hasta dos horas seguidas.

La gente comenzó a sospechar y a murmurar pero terminaron acostumbrándose a verme ahí echado leyendo. A penas me saludaban, no tenían idea de quien era yo o por qué había aparecido de pronto en su potrero. Parecía que tenían pena de buscarme plática. De mi parte leía más a gusto ante aquella sospechosa indiferencia. 

Un día, uno de los pastores decidió hablarme. Era la primera persona que se dirigía directamente a mí después de unos 15 días de verme por su territorio. Se trataba de un hombre seco de carnes, de más de 60 años, con una nariz grande y torcida, vestido con botas y sombrero.

No me preguntó quién era yo o a qué me dedicaba. Sus inquietudes parecían estar centradas en mi hábito lector. Después de varios rodeos me preguntó finalmente por qué leía tanto.

“Me gusta”, le respondí. “Me entretengo leyendo estas historias”. Mi respuesta no le satisfizo y una sonrisa burlona se dibujó en su desdentada boca. Luego me dijo algo que jamás había oído: “leer no es un buen hábito, no es bueno para la mente”. ¿Cómo?

Comenzamos entonces a debatir al respecto, al principio pensé que su argumento era el esfuerzo visual pero no, a él le parecía que nada bueno se podía ganar leyendo y que al contrario muchas personas “han quedado locas por tanto leer”.

Cuando dijo esto pensé inmediatamente en el Quijote de Cervantes, libro que no había leído pero del cual conocía el argumento central: el hombre apasionado por los libros de caballerías que enloquece y sale en busca de aventuras.

Ver a mi vecino en su traje de ganadero y su narizota me hizo reír. “Tiene razón, eso le pasa a don Quijote de la Macha”, le conté. Ver que finalmente coincidíamos en algo apaciguó nuestra charla y la volvió más cordial.

Le dije quién era yo y la idea que tenía de construir una casa sustentable. Él hizo como que me entendía pero en sus ojos yo leía “este ya quedo loco como ese mentado don Quijote”. Desde entonces somos muy buenos amigos con don Toño, también conocido como “Papita”, desde entonces es para mí “El Quijote de la Antena”.