miércoles, 10 de diciembre de 2014

El cuarto de Heidi

Este es el cuento de la II etapa de Casa Tamarindo. La historia de un entablado. Proyecto que inició con propósitos simples que se ampliaron en el camino. Creación involuntaria de espacios, entre ellos un cuarto para huéspedes muy parecido al de la niña de los Alpes. Mucho trabajo con madera. Mucho aprendizaje.Una gran satisfacción.

De esa milpita hicimos un rico atol.

Así como la foto de arriba encontré mi casa cuando regresé de una gira que me llevó a las tibias aguas del Caribe y al exótico Brasil. Una milpa bien chula se extendía por el terreno. Ocurrió el milagro. La comida salió de la tierra y seguirá saliendo.

Casa Tamarindo es una casa sustentable, un espacio de habitación que se mantiene así mismo con ayuda de la naturaleza. Esto es posible a través del uso de energías renovables y tecnologías apropiadas. Lo anterior, además de estar de moda, me llena el corazón de alegría.

El proyecto de la casa inició en 2012 con la construcción de un baño seco y continúa en ruta quien sabe hasta cuando. Un ideal como este no termina nunca y siempre se está en marcha. En 2013 construí la casa de habitación. Una casa de lodo que se mece cuando tiembla.

Voy por pasos. Luego del baño y la casa se vino la necesidad de un lugar para echarse la cocinada. En los últimos meses de este 2014 he logrado diseñar el espacio para esta majestuosa cocina.

Se trata de una II etapa que además me ha dejado un Yoga Studio, mismo que tendrá funciones de cuarto para huéspedes, para Heidi.

Ver Heidi al medio día era de rigor en mi infancia.

Mi gira terminó en agosto. Septiembre fue para acabar de llegar. En octubre comencé los trabajos. Lo primero fue conseguir madera. Mucha madera. Tuve la suerte de que me regalaran dos palos antiguos, de Zúngano y Ojuste, que casi dieron lo suficiente para el entablado.

La ampliación mide aproximadamente 10 x 6 metros. Suena poco pero en realidad es un área bien generosa.

Sacamos tabloncillo de pulgada ¼, cuartones y vigas. Los horcones los conseguí en San Lorenzo: Guachipilines, de lo mejor que se conoce para enterrar. Ya con la madera en el puesto era momento de echar manos a la obra.

En mi casa de Ataco también había horcones de Guachipilin.

Inmediatamente después del Día de Finados conocí a don Paco, un vecino de Guacotecti dueño de un sin fin de habilidades. Es albañil, carpintero, electricista, mecánico automotriz y aserrador. Justo el combo que andaba buscando.

Iniciamos la construcción de los 10 pilares que sostienen el entablado. Dos pilastras de ladrillo sisado, cuatro pilares de tubos de cemento y cuatro horcones de Guachipilin.    
      
Construimos un condoncillo de piedra alrededor de la nueva etapa, esto para nivelar el suelo. En menos de una semana los pilares y el cordón estaban listos. Llegó entonces el momento de entrarle a la madera.

Pilares miden poco más de dos metros. 

De lo primero que nos dimos cuenta fue que nos haría falta material. Tanto como para el entablado como para la parte de arriba. Para las vigas usamos unos palos de Cola de Ardilla que estaban descabezados en el bosque vecino. Ya para las vigas de la segunda planta conseguí Tecas.

Los horcones los suplimos con unos palos de Guaycumen que estaban huecos del medio y cayeron por su propia cuenta en la propiedad de mi madre en Ilobasco.

Para el faltante del entablado compré tabla de Pino. El vendedor me dijo que se trataba de un Pino “ocotado” es decir que ya estaba bien maduro. Me vino como anillo al dedo al igual que casi 100 varas de costanera, también de Pino ocotado.

Compré además dos cuartones usados para el escalerón.

Con don Paco tanteamos que con eso y unos pedazos de tabloncillo extras ajustábamos. Démole.

Los cuartones son todos de Ojuste.

Arriba da la sensación de estar en una tarima.

Entablado enmasillado y pulido.

Tornillos y clavos fue algo que ocupé bastante. Tanto para la madera como para la lámina del techo. Me preocupaba el movimiendo de los horcones y las vigas en la segunda planta pero la red que formaron las láminas fueron socando toda la estructura a medida que se iban instalando.

Las entradas de luz, la escalera, la pulida del piso… todo iba tomando la forma que había imaginado. El espacio se mostró con forma de tarima, lista para algún evento. Como un escenario en medio del potrero.

Don Paco y sus ayudantes supieron materializar mis ideas. La II etapa está lista para lo que se venga. Esto es desde instalar un panel solar en el techo hasta construir una hornilla, un comedor y tantas otras cosas que se me ocurren para la cocina. 

Fue cansado pero valió la pena.

Noviembre fue un mes de arduo trabajo que no me dejo siquiera escribir la entrada respectiva en este blog. No quise escribir nada a la carrera y preferí esperar este momento para sentarme frente al computador y compartir el cuento con ustedes, mis lectores, quienes sé que existen.

Durante noviembre me reencontré con mi Sensunte natal.

martes, 21 de octubre de 2014

Tío Adrián

Durante los primeros años del siglo XX, los cerros de San Felipe fueron testigos de la crianza que Luis González y Francisca Hernández dieron a sus ocho hijos. Adrián, el último de aquellos varones, se despidió de este mundo a principio de mes. Él y sus hermanos, entre ellos mi abuelo, se esforzaban para que sus desendientes se conocieran y mantuvieran contacto. Conservar esa unión es nuestra mejor herencia.

Félix Adrián González Hernández
nació en mayo de 1929.

“Este es tu tío Fulano, hijo de mi tio Mengano y estos son sus hijos, o sea tus primos”.

Esa es una frase común en cada reunión de los González y aun así en el siguiente encuentro las introducciones o aclaraciones son inevitables. Somos tantos que es díficil, sobre todo para los últimos, ubicar la raiz de cada uno. Sin embargo, nos sabemos parientes, nos reconocemos en gestos, miradas y hasta en formas de caminar.

En las últimas reuniones tío Adrián era una joya de más de 80 años y desde su silla de ruedas se le veía conciente de aquel estatus. Era el sobreviviente de los polluelos de papa Luis y mama Chica, mis bisabuelos. O sea que Adrián era mi tío-abuelo, hermano de papa Raúl, el papá de mi mamá.

Yo sé bien poco sobre estos ancestros. 

El primer hijo del matrimonio González Hernández se llamaba Fausto. Algunos de sus descendientes aun viven en las cercanías de San Felipe, en el heróico cantón Santa Marta. Su familia sufrió el conflicto armado salvadoreño más que las familias hermanas. Muchos perecieron mientras otros huyeron a Honduras donde al menos uno se quedó y echo raices.

Juvenal era chelito. Mi abuelo Raul fue asesinado por un vecino. Adrian ha sido el último en partir. Ramiro era el rey de las bromas. David era vecino y es de quien más claros recuerdos tengo. Dimas vivió en México y Arturo fue el último en nacer y el primero en morir. 

Juvenal, Raúl, Dimas, Adrián, Francisca,
David, Ramiro, Fausto y Arturo

Quienes mejor pueden contar la historia de estos hombres son sus vuidas. A todas se les vio bien alentaditas en los actos funebres del cuñado y seguro las vamos a seguir disfrutando por muchos años más.

Blanca, Goyita, Julia, Chepita, Rosita y Lidia.

El sentimiento de conocernos y mantenernos en contacto está vivo en las nuevas generaciones. Alguien tuvo la grandiosa idea de abrir el grupo Familia González en Facebook y por ahí nos mantenemos en contacto.

Saludos sangre querida y hasta una próxima reunión para chistar y recordar al tío Adrián y a sus hermanos, al papa Luis y la mama Chica.

Mama Chica era gorda.
Adoraba abrazar a sus nietos.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

World Cup Brazil 2014

Fui a pasear tres meses a Brasil donde estuve la mayoría del tiempo frente al mar. Regresé a El Salvador hace un mes y me preguntan cómo viví el mundial de fútbol. Yo respondo que lo vi en la tele. Aunque el deporte rey no es santo de mi devoción, hoy quiero compartir como viví la Copa y sobre todo ideas acerca de un país reencontrado.

Mural en Cruzeiro Novo

Abre a janela da favela, você vai ver a beleza que tem por dentro dela. La gramática del portugués y del español es parecida ¿será? Eso me digo y lo repito cuando me preguntan al respecto. Lo difícil es pronunciarlo. Es como si la voz saliera desde la nariz. Gangosa. Saber portugués me facilitó mucho las cosas. Agregué vocabulario y hasta acento.

Llegué al país del fútbol veinte días antes de que comenzara la Copa. Yo ilusamente pensé que podría comprar unas entradas al llegar. Nada muy caro decía yo, pero que valiera la pena. No había nada. Solo en mercado negro y carísimo. Rapidito me enteré que infelizmente no invertiría en alguno de aquellos espectáculos.

El anfitrión era favorito y también era anfitrión mío así que me uní a la torcida brasileira. Chis.

En Rio había protestas. Vi dos, un día convocada por trabajadores del sector cultura y la otra por profesores de educación física. Los culturales gritaban: da Copa, da Copa, da Copa eu abro mão, eu quero mais dinheiro pra saúde e educação. Unas 500 personas en cada una. Nada parecido a lo ocurrido en junio de 2013 durante Copa Confederaciones.

Protesta de trabajadores del sector Cultura. Rio de Janeiro.

Compré el periódico para enterarme de algo. En el hostel que pernoctaba no se hablaba mucho del tema. Ni siquiera se hablaba tanto portugués, servía bastante más el inglés.

O Globo del domingo 1 de junio traía resultados de una encuesta, entre ellos que más del 70 % de la población quería disfrutar de Nossa Copa y no irían a protestas. Otros titulares decían que más de un billón de reales se movería en Rio durante el evento y que la ciudad esperaba recibir unos 950 mil turistas !Yo y mis chirilicas éramos noticia!

Entre otros temas, el periódico destacaba el caso de un policía que fue flechado por un indígena durante una protesta días atrás en Brasilia y que el ejército asumiría la seguridad de las selecciones.

En las notas deportivas los posibles titulares: Julio Cesar, Daniel Alves, David Luiz, Dante, Henrique, Marcelo, Luiz Gustavo, Paulinho, Hulk, William, Oscar, Neymar, Fred y reseñas del triunfo 4 x 0 de Brasil sobre Panamá, amistoso recién disputado en Goiânia.

Tá tudo pronto, decían los jugadores en la tele.

Salí a la calle para conocer el ambiente. Fui al Largo da Carioca y encontré a chicos y grandes intercambiando las tarjetas del álbum, televisores “baratos”, y comerciantes con banderas, trompetas y camisas. Un amplio surtido para el aficionado. Dejé Rio y me fui a Brasilia. Me esperaba mi familia brasileña con quienes disfrutaría dos partidos desde la comodidad de un sofá.  

Comercio en Largo da Carioca. Rio de Janeiro

Brasil – Croacia. Jueves 12 de junio. Desde días atrás las familias coordinaron lugar, comida y bebida. Residía en Cruzeiro Novo, en un SHCES o Setor de Habitações Colectivas Econômicas Sul, y me desplacé a las cercanías de la UnB (Universidade de Brasilia) donde alguna vez pensé estudiar.

Son las 4:00 pm. Las calles están más vacías que de costumbre. Somos unos 15 emocionados en un segundo piso. Tenemos plasma, cerveza y comida. Comentan que la inauguración no estuvo a la altura. É a Copa! El show ha sido una bosta. Debieron incluir a Ivete Sangalo.

Arranca el partido. Como lo predije, Brasil comenzó perdiendo. Autogol de Marcelo. Nadie sabe qué cara poner. Luego, con mucha samba, como debe ser, tres goles del anfitrión y que comience la fiesta.

Compartiendo con familia Rezende en casa de Livia y Marcello.

Brasil – México.  Martes 17 de junio. Duelo latino. México en portugués suena a mueve el culo. Mexe o cú. Mismo lugar, misma compañía. El goleiro mexicano ha sido un héroe y se ha impuesto ante todos los balones que iban hacia el fondo de la portería. Final aburrido, sin goles. Recordamos que es martes y que mañana se trabaja. Nos despedimos y regresamos a casa.




Brasil – Camerún. Lunes 23 de junio. Arraial d´ajuda, Porto Seguro, Bahia. Estoy en la calle Mucugê, a rua mais charmosa do Brasil, sin donde sentarme pero en el bar más abarrotado de la zona: La Morocha. Pantalla gigante, música en vivo, gente guapa y cervezas a precio tres veces más de lo normal. Fiesta de goles y de rock and roll. Un día antes mi cumpleaños había sido un domingo gris sin ninguna felicitación. Hoy parranda, amigos y amor. Brasil 4 – Camerún 1. Brasil clasificado y líder de grupo.   

Brasil – Chile. Sábado 28 de junio. Nuevamente fiesta en La Morocha. Un mar de aficionados de verde con amarillo y al centro cinco orgullosos visten camisetas rojas y cantan en español su himno. Gol de Brasil y todos olvidan a los amigos rojos quienes minutos después saltan emocionados. Brasileños se llevan las manos a la cara y no creen en el empate. Sufrido partido que llega hasta los penaltis donde Brasil se impone. Más Rock and Roll.

Calle Broadway en Arraial d´ajuda. Porto Seguro.

Brasil – Colombia. Viernes 4 de julio. Piracanga: Centro para el Desarrollo Humano en Itacaré, Bahia.   Hay una casa, de entre 50, donde van a pasar el partido. Todo interesado estará allá. El costo es de R$5.00. Hay bocadillos y bebidas. Desde el minuto siete el capitán Thiago dá confianza a la torcida. James Rodríguez asusta casi al final, pero nada que impida el pase a semis. Brasil 2 – Colombia 1.

Brasil – Alemania. Martes 8 de julio. Misma casa en Piracanga. Duelo definitivo. Lluvia de goles alemanes. Nadie cierra la boca y se miran como perdidos, buscando algo. Ninguém merece. A cinco minutos del final, el dueño de casa apaga la tele. Funciona con energía solar y es mejor ahorrar. Caras largas. Martes negro. Brasil fuera de su copa. Después de esto deje de ver partidos. Para mí y para miles más la Copa había acabado.

Caminando por la playa hacia Piracanga.

Vi por casualidad los últimos minutos de la final. Nada espectacular. Hasta hoy me entero que Brasil además perdió su disputa por el tercer puesto contra Holanda.

Como ya dije, el fútbol nunca me ha gustado mucho. En los intramuros era tan malo que mis compañeros me dejaban usar la camiseta 10. Se decía que era la del mejor jugador. Una de tantas ironías escolares. Me gusta el rugby y me imagino que quienes se emocionan jugando fútbol sienten como yo cuando hacia un try o recibía un buen pase.

Ya de regreso en El Salvador. Trabajando en Guacotecti. Bendiciones.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Capoeira

Viajar es instruirse constantemente. Es como leer un libro vivo donde uno es el protagonista. Viajando llegué hasta el Pelourinho donde conocí la Capoeira: un arte multifacético que envuelve música, movimiento y harta tradición. Es una de tantas herencias de África que se catapulta al mundo desde Salvador.

Elevador Lacerda: Conecta ciudades Baja y Alta. Valor: R$0.15

Estoy en el palco de un caserón antiguo, frente a mí se desplaya el Pelourino con sus altas y coloridas casas llenas de puertas, balcones y ventanas. Al fondo se yerguen iglesias coloniales que posan frente al azul celeste del cielo.

Abajo, en la estrecha calle empedrada, retumba el son de la batucada mientras los turistas de pantorrilla chele se alborotan cual hormigas y disparan fotos con sus Smartphones.

Aquí mismo, hace 500 años, los portugueses quemaron pólvora y se instalaron en la Bahía de todos los Santos. Aquí comenzó Brasil. Aquí, en el centro de Salvador, mismo escenario de algunas historias de Jorge Amado,  escribo este post agostino y me tomo un café.

Pelourinhos eran columnas de piedra donde amarraban criminales.

Me gusta una canción de Zeca Pacodinho que dice “Deixa a vida me levar… vida leva eu”. Es buena filosofía para el viajante: Que te dejo el bus. No pasa nada, ya vendrá otro. Hay que pasarla bien durante la espera, los atrasos e incluso los inconvenientes. Dejar que la vida te lleve. Sin forzar nada, pero siempre con precaución.
   
Con esto en mente, salí de Piracanga cargado de energía hacia mi próximo destino: Salvador. Llegar de noche a una ciudad de tres millones de habitantes, donde nadie te espera y con advertencias como “no te descuides” claro que me llenó de miedo. Mi instinto, sin embargo, me pidió confianza. Consulté un oráculo que me dictó: sabiduría. Agarré camino. Chis.

Cinco horas de bus desde Itacaré hasta Bom Despacho, luego una hora más en el ferry que me puso en San Joaquín, ya en la ciudad de Salvador. Continúe de osado y en lugar de taxi abordé el autobús urbano hasta el mercado Modelo. Crucé la calle, entré al elevador Lacerda y un minuto más tarde lo había conseguido. Estaba en el Pelourinho. El corazón me latía con fuerza.

Viajando he desarrollado la habilidad de saber a quién preguntar. Hay que detenerse, respirar, hacer un análisis visual del lugar y de los sujetos, preparar las preguntas, la cara simpática y esperar el momento indicado. El destino me llevo a conocer a Iguana, francesa y practicante de Capoeira, quien amablemente me condujo a la Pousada Mestre Bimba.

Este visual me acompañaba durante el “café da manha”

Manoel dos Reis Machado (1900 – 1974), mundialmente conocido como Mestre Bimba es un ícono de la Capoeira. A él se le atribuye la creación de la Regional, estilo que toma elementos de la Capoeira Angola y otros estilos de combate africano como el Batuque.

La Regional además focaliza su eficiencia en los bloqueos, lo que la vuelve más dinámica, se enseña con facilidad y fue la primera en adoptar el birimbau como instrumento musical.

El legado de Bimba es conservado por sus hijos, en especial por el Mestre Nenel quien dirige la escuela Filhos de Bimba, donde con siete clases aprendía a gingar y algunas secuencias de golpes y defensas. Aprendía también que la astucia puede vencer a la fuerza y que en un combate, como en la vida, todo tiene su tiempo. 

Ginga se le llama al paso base de la Capoeira. 

¿De dónde salió la Capoeira? El término podría ser indígena y sugerir una especie de jaula. Se sabe que, mientras esperaban para abordar los navíos que los traerían al Nuevo Mundo, los esclavos africanos, en especial los angolanos que llegaron a Brasil, practicaban un juego, una danza, un tipo de lucha ceremoniosa que resultaba ajena a los portugueses y que les permitía mantener una conexión con sus raíces.
  
Ya en América, esta práctica se ocultó bajo sombras por temor a castigos, sin embargo, durante el siglo XIX comenzaría a ver luces ya en territorio y con toque brasileño, especialmente en el estado de Bahía, donde se concentra el mayor número de población afro descendiente de Brasil.

Sintiendo la necesidad de transmitir la tradición a nuevas generaciones, los antiguos conocedores de Capoeira incrementaron su enseñanza a inicios del siglo XX, pero aquel juego aun no era bien visto, sobre todo por militares, quienes metían en la cárcel a quienes lo practicaban.

El primer código penal de Brasil criminalizaba la Capoeira.

En los 30, con el empuje de famosos maestros como Bimba y Pastinha, la Capoeira es despenalizada y se le declara deporte nacional. A pesar de esto, continúo siendo una práctica exclusiva, en el sentido de que era aprendida únicamente a través de la observación en las “rodas”, o reuniones de capoeiristas.

Fue el maestro Bimba quien unos años más tarde fundó la primera academia de Regional que juntó personas de todas las edades y clases sociales. Pastinha continuó enseñando la Tradicional Angola y tuvo éxito en la formación de alumnos y nuevos maestros.

Mestres fundadores da Capoeira: Bimba e Pastinha. 

Desde los años 60, la Capoeira comenzó a gustar alrededor del mundo y en la actualidad hay cientos de escuelas donde se enseña. Aquí en el Pelourinho hay al menos 16.

El destino también me trajo en este tiempo para participar de la primera edición del evento Agosto da Capoeira. Un mes de clases abiertas (participé en dos), conferencias, homenajes y encuentros entre capoeiristas de todo el mundo reunidos en el Forte da Capoeira, aquí mismo en el barrio Santo Antonio, al lado del Pelourinho.

Además del pantalón y la camisa de la escuela Filhos de Bimba, me llevo de Salvador un nuevo saber, un baile con espíritu propio, un espíritu de libertad.
     
Axé!

P.D.: No conseguí publicar fotos de Capoeira porque infelizmente extravié mi cámara. Los recuerdos quedaron en el corazón.

sábado, 26 de julio de 2014

Piracanga


Aprender a vivir no es algo que te enseñen en la escuela, tampoco es tarea de tus padres y ni te imagines un manual con instrucciones. Se aprende con el tiempo, con los triunfos y fracasos. Con los que te rodean. Aprender a vivir depende más bien de decisiones. Aprendiendo. 

Aprendiendo.

Estoy tratando de escribir al menos un post por mes desde que inició el 2014. Con suerte lo mantengo, así que ¡aquí va el séptimo! Escribo frente al mar de Bahía donde disfruto uno de los mejores regalos que he podido darme en la vida.

Primero de julio. Despertar en Itacaré. El día anterior, la vida había sido ocho horas en un autobús.  Me había propuesto llegar aquel martes a Piracanga. No conseguí coordinar transporte así que la opción fue caminar por la playa, siete kilómetros.


Antiguo puerto de las balsas, Itacaré.

Mi equipaje son una mochila de 36 litros y un maletín donde cargo este pesado computador. Pero bien que lo traigo, que si no, no conseguía picotear estas letras. No es mucho peso, me consolé. 
 

Antes de salir compré un mosquitero, sin saber lo tanto que me iba a servir; y aun así, al menos 50 bichos me han picoteado entre la muñeca y los dedos. También compré lo necesario para hacerme un macarrón. Una de las instrucciones antes de llegar era: “Usted es responsable por su comida”.


Me salió una nueva  maletica que ya con 1.5 litros de agua me pesaba unas 12 libras. Allá va aquel valiente, como burrito de carga, hacia un lugar desconocido. Dispuesto a caminar por una playa sin saber el oleaje y bajo el ardiente sol del mediodía. Quién dijo miedo.


-     Bom día senhor, voce pode me atrevessar o rio?

-     Posso


Una vez frente al mar y una playa infinita, me amarré bien la mochila, me descalcé y comencé andar. Canté, grité, corrí… nadie podía oírme o espiarme. Me reí.

Seguí caminando y al cabo de 10 minutos comenzó a atacarme el sudor, el dolor de espalda, el agotamiento... El peso era de más y la maletica incomoda. Paré. Descansé. Me dije loco y me sentí triste. Aguebado.


Como en otras ocasiones, agarré valor de donde pude y me levanté. No era para tanto. Caminé, caminé y caminé. Quería avanzar una buena parte, así que continué y aunque no aguantaba el cansancio me decía a mí mismo “dale un poco más”.


Después de una hora sin detenerme logré ver gente. Me alivié. Al mismo tiempo encontré una palmera y caí tumbado. Dos jovencitas en bikini se acercaron. Me les lancé y pregunté si acaso sabían dónde era Piracanga.


    -     É aí mesmo, depois daquelas pessoas na praia

    -     Muito obrigado


Desde la playa, la eco aldea me pareció un exclusivo y lujoso hotel. Sin saber por dónde entrar, me fui acercando, atravesé el río con las maletas alzadas, y aunque había mucha gente, nadie me dijo nada.

Me acerqué a una pareja: Hola, soy Eduardo, vengo a la Escuela de Servicio, acabo de llegar… por la playa. Ambos me sonrieron e indicaron donde esperar.

Atardecer.

Hace unos 10 años, una líder espiritual soñó con Piracanga y emprendió una búsqueda que la trajo hasta Itacaré, un pueblito en la conocida como Costa del Cacao, en Bahía, Brasil. Desde entonces, los Inkiry, quienes comparten el sueño, se instalaron en las arenosas propiedades.


Los Inkiry son ahora unas 50 almas, entre ellos varios niños, y son el núcleo de este Centro para el Desarrollo Humano y Eco-Vila. Tienen su propia escuela y universidad. Hay un Centro Holístico donde ocurren las principales vivencias. Ahí también tiene lugar lo que vendría a ser el parque, la iglesia, el mercado, un hotel, un restaurante y la oficina de la comunidad.

Además de la tribu, aquí tienen  su casa unas 50 personas más, ellos viven en la Eco-Vila. Estas personas no forman parte de la tribu pero comparten su visión de mundo y su modo de convivencia.

Sus constantes visitantes, que llegan para realizar cursos, retiros o voluntariado, son también alrededor de 50. Esto deja una media de 150 personas interactuando en este pedazo de paraíso.

La Escuela de Servicio es la oportunidad para conocer diversos proyectos que se desarrollan desde el Centro Holístico. Yo comparto una casa con gentes de Brasil (3), Argentina, España, Uruguay y Venezuela. Antes de llegar acordamos trabajar en Piracanga seis horas al día.


Maíra, Sandra, Alexandre, Lú, Yo, Pedro, Santi, Rosa y Thomas.

En mi caso, por las mañanas hago Permacultura y por las tardes soy ayudante de carpintero. También podría trabajar como chef o como artista. Ya lo hice, pero preferí plantar y oler madera. 


La cocina de nuestra casa es vegana y tiene muchos sabores, entre ellos el salvadoreño. Mis compañeros se derriten con la sopa de frijoles y los frijoles fritos.

Cocinar nos junta para compartir ideas, sabores y risas. Somos ocho extraños. Personas que nunca antes nos vimos. Nos une el reto de vivir en armonía en una misma casa. 

Casa comunitaria de la Escuela de Servicio.

Mi rutina aquí es acordar y caminar en silencio hacia la oca del yoga, luego correr por la playa recibiendo los primeros rayos del sol y entrar chulón en las tibias aguas.

Después del desayuno de los campeones me voy al trabajo, a divertirme con la tierra. Sonriente y con ganas. Por las tardes, después de la respectiva siesta o lectura, juego un poco con madera, lijas y barniz.

En las noches siempre hay acción. Conciertos, bailes, conferencias, diversos tipos de vivencias. Yo incluso estoy en un club donde hacemos música con objetos.

Me voy a la cama a las nueve, duermo tranquilo y descanso. Aquí son tres horas antes que en El Salvador; es decir, que cuando aquí van a ser las nueve, allá van a ser las seis. Es algo que no me saco de la cabeza. Quizá porque se acerca mi regreso. Por la añoranza a mi paisito.

La próxima semana me voy al Pelourinho, el último, o el primer, destino de este gran viaje.

Arnaldo Antunes en vivo