martes, 11 de septiembre de 2018

La pata

La Skygo, mi moto desde hace tres años.

Casi me quiebro la pierna izquierda hace un mes cuando me impacté de frente con otro motociclista a quien me voy a referir en esta historia como Max.

Esto ocurrió a la calurosa hora de las dos de la tarde del lunes 13 de agosto en 2018. Ciudad de Ilobasco, en El Salvador, trópico del Pacífico en la América Central.

Me mandaron a comprar el pan y me dirigía tranquilo a la ciudad. Entrando me encontré a Max quien invadía mi carril. Tuve cinco segundos para tomar una decisión de la que no estaba prepado. 

Mis opciones eran tres, por lo menos las que a mí se me ocorrieron: izquierda, derecha o mantenerme al frente. Elegí confiar en Max, quien en aquel momento no tenía control de su moto y me mantuve al frente. Crush.

Mi siguiente recuerdo es el dolor de mi pierna, de la rodilla hacia abajo, mi pantalón roto, mi piel cortada, ensangrentada, mi zapato en el suelo, el calor del pavimento, la gente llegando, todos con caras de lástima, más dolor, llanto, angustia.

Mi madre, también angustiada, me llevo de urgencia al hospital donde de a poco se me agotó el éxtasis y donde al saberme sin fracturas me llegó el alma al puesto.

De vuelta en el accidente recuerdo a Max pidiéndome arreglar antes que llegara la Policía. Recuerdo a una señora secundado mi versión. La borrachera en la cara de Max. Mis documentos en regla, él sin ninguno. La Policía arrestandolo y yo firmando un documento.

En el hospital, tambien firmé documentos, me hicieron preguntas, muchas preguntas. En general buena atención, algo que sin duda me sorprendió. Radiografías, cinco puntadas en la rodilla, medicina para calmar el dolor y a las siete de la noche finalmente en casa.

Comer, beber y dormir en buena cama sin duda me vendría bien, pero tres horas más tarde la Policía llamó a casa y dijo que había un documento importante que teníamos que recibir. Que llegaban a dejarlo en 40 minutos. Dije ok.

El documento decía basicamente que el caso no procedía sin un reconocimiento de sangre de medicina legal. Me hicieron el favor de llevarme a aquellas horas y con aquel dolor a San Vicente, donde un viejito, que ya es finado, me atendió con enfado.

El viernes nos sometidos con Max ante la justicia. Verlo me dio gueba, pero necesitaba de su cooperación para arreglar por lo menos los daños materiales del accidente.

Me abordó en el pasillo y me suplicó que arreglaramos, tenía pavor de volver a la bartolina donde los privados mueren por infecciones, adquiridas y compartidas, en la intimidad de un par de metros cuadrados y un sistema igual de podrido.

Dije ok. Ya tenía un estimado de los gastos de la moto. No menos de $200. Max me pidió rebaja, cómo si fueran tomates, pero aceptó darmelos en una semana. Los iba a pedir del norte. Estaba herido y le atormenta la idea de volver a prisión.

Max dice que es agricultor, su esposa está embarazada, la moto no es de él, se la habían prestado. Esa moto había sido destinada a huesera y no tiene papeles en regla desde 2015.

Ocho días después del accidente me quitaron los puntos. Se me acabó la medicina del dolor y sanaba lentamente. Debía reposar, pero qué creen, no lo hice. Al contrario, me fui a pasear. 

Mi tía y mis primas venían de los Unides States y habiamos convenido unas vacaciones que incluían la Antigua Guatemala. Ella me pregunto si podía y aquí san vergon dijo que sí. Voy a reposar haciendo turismo, pensé. Manejando un Hilux estándar. El clutch, cosa de niños, terapia para mi pata. 

Nuestra gira incluyó Ataco, Los Cobanos, el Puerto, Alegría, Esquipulas... duró nueve días. La mitad del tiempo estuve drogado con Flamidol. Lo disfruté, pero también dí gracias cuando acabó. El dolor era continuo y variaba de intensidades. Mis remedios instantáneos: la hamaca y el hielo.

Me propuse ahora si poner a descansar la pata. A hacer únicamente lo indispensable,  como alimentarme, bañarme, darles de comer a mis animales. Recuperé mi moto. Me la remendaron y gasté sólo $60 en ponerla de nuevo andar.

Ha sido duro pero ya tengo 10 días en esto. Mi pierna ha mejorado mucho, pero todavía resiento el golpe. 

Hago todo lo que me dicen, tomo tantun, me pongo paños calientes con agua de chichipinse, orégano, romero... bebo de esas aguas. En las noches me sobo la pata con cofal. Sé que estoy mejorando y que en unos días estaré del todo bien. La pata me tiene quieto y por algo debe ser.

No tenía tema para este mes, la pata es un post que me cayó del cielo, que ya me tocaba, que pudo ser peor. Hoy se los comparto porque tengo lectores allá afuera y porque no quiero dejar de escribir las cosas que me pasan. Gracias por estar ahí. Feliz mes patrio.

Mi pata hace unos tres días.