jueves, 8 de diciembre de 2011

Gitano



Hay una raza de hombres inadaptados
una raza que no puede detenerse
hombres que destrozan el corazón a quien se les acerca
y vagan por el mundo a su antojo...

Recorren los campos y remontan los ríos
escalan las cimas más altas de las montañas;
llevan en sí la maldición de la sangre gitana
y no saben como descansar.
Si siguieran siempre en el mismo camino
llegarían muy lejos;
son fuertes, valientes y sinceros.
Pero siempre se cansan de las cosas que ya están,
y quieren lo extraño, lo nuevo, siempre.

Dick a Cookie en "A sangre fría" de Truman Capote.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Sao Vicente é muito gostoso



Saint Vincent and the Grenadines está compuesto por alrededor de 32 pequeñas islas regadas en el mar Caribe, justo al norte de Venezuela. El país forma parte de las Antillas Menores y sus vecinos más cercanos son Granada, Santa Lucía y Barbados. Si esto aun no les dice nada, piensen que este conjunto de islas está a una hora de Trinidad y Tobago y a dos horas 20 minutos de Puerto Rico.

Las 32 islas suman un territorio de apenas 390 km² y solo en nueve de ellas vive gente. El resto son pequeños islotes desiertos, pero paradisíacos, donde artistas como Beyònce pasan sus vacaciones.

Unas 110,000 personas viven aquí, el 77 % son de descendencia africana. La mayoría, el 92 % de la población, vive en St. Vincent, la isla más grande y donde está la capital: Kingstown (que no es lo mismo que Kingston, la capital de Jamaica). Las otras islas habitadas, que forman parte de las llamadas Granadinas, son Bequia, Mustique, Conouan, Young Island, Mayreau, Union Island, Palm Island y Petit St. Vincent. Quienes viven ahí son en su mayoría empleados de algún hotel de lujo.

Hay un único volcán que está activo y que se llama La Soufrière. Con 1,220 msnm es el punto más alto del país. Leí en Wikipedia que en 1902 La Soufrière entró en erupción y mató a cerca de 2,000 personas. En los 70´s hubo una erupción menor y ahora el coloso solo despide humito.

Aquí la manda más es la reina Isabel II de Inglaterra quien es representada en Kingstown por un Gobernador General. A pesar de esto, un Primer Ministro y su gabinete son quienes tienen el control del gobierno. El país tiene libertad sobre sus asuntos desde 1969 pero fue hasta 10 años más tarde que consiguió la independencia total de los ingleses.

Los carros tienen el timón a la derecha, un motorista me ha dicho que es sencillo y que es cuestión de costumbre y de respetar la línea amarilla. La gente habla “broken english”, para decir “I don´t have money” dicen “me´na no money”.



Los sanvicentinos y sanvicentinas escuchan y bailan un tipo de reggae llamado Soca. Para bailar esto hay una sola posición: la mujer le da la espalda al hombre y mueve las nalgas con arrebato, el hombre solo se queda atrás y agarra a la mujer por la cintura. Es muy sexual, parecido al perreo. Casualmente conocí a GAO, un músico de Soca sanvicentino de 63 años, autor del éxito “Who jump de sheep” http://www.youtube.com/watch?v=nb4-fv6CUVs

Su moneda es el dólar caribeño, uno que se pronuncia “isi” (US$ 1.00 = EC$ 2.68). Es ilegal usar ropa camuflada! aun estoy averiguando por qué. Gran parte de sus alimentos son importados, en los supermercados se encuentra leche de Alemania, carne de cangrejo de China, pollo de los Estados Unidos y mermelada de Canadá, por decir algo. Según me han dicho aquí solo abundan los plátanos y algunos tubérculos. Ya me dijeron dos veces que una de sus comidas típicas es el ¡pollo frito! pero me niego a creerlo.

Cuando veo el reloj, no puedo dejar de pensar que estoy viviendo dos horas adelantadas en comparación con la hora en mi querido El Salvador. Lo extraño todo y a todos, bueno casi todo y a casi todos. Tengo apenas una semana aquí y la idea de quedarme un tiempo es más que cautivadora. Saludos desde Saint Vincent & The Grenadines, el destino final de mi viaje mochilero y mi nueva residencia.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Atravesando la comarca



Las direcciones son de suma importancia para un viajero prudente, de los que no joden tanto preguntando ¿Cómo llego a? Uno debe anotar y guardar esas indicaciones para que, cuando llegue a un lugar y se quede boquiabierto mirando alrededor, sepa por lo menos preguntar por un destino específico, una dirección. Otra cosa importante, si se quiere pasar desapercibido, es caminar rápido, así la gente piensa que uno lleva prisa, que lo esperan. Lo que no saben es que en realidad uno no tiene ni la menor idea de a dónde va y simplemente camina. El segundo aspecto para no sentirse perdido, y quizá más importante que una dirección misma, es el cómo llegar a ese lugar, y con esto quiero decir medios de transporte, terminales, horarios, pasajes, embarcaderos, carreteras, el clima… es importante tener en cuenta todo. Por lo menos en Centro América, campañas políticas o días festivos pueden interrumpir de manera importante los ya malogrados sistemas de transporte.

En Nicaragua y Costa Rica pasé por listo y no pregunté mucho, la información de los lugares y de cómo llegar iba llegando por sí sola. Panamá sí me representaba un reto. Era mi primera vez en tierra canalera. Por suerte, en Ometepe, Nicaragua, tuve la fortuna de conocer a un español que me indicó una ruta para cruzar sin avión desde Panamá hasta Colombia. “Yo voy por tierra”, le dije con ignorancia. Yo desconocía que es imposible ir por tierra por el tapón del Darién, la selva virgen y espesa. El español, convencido de conocer algo importante para mí, comenzó a decirme que en Ciudad de Panamá debía conseguir un jeep-taxi que me llevara hasta Puerto Cartí, en la comarca Kuna Yala, en la costa atlántica sur de Panamá, y que el resto hasta Colombia debía ser en barco o lancha.

En Cartí debía tomar un barco hasta Isla Caledonia y si era posible abordar ahí mismo otra panga hasta Puerto Obaldía, donde te sellan salida de Panamá y se sigue hasta Capurganá, uno de los primeros pueblos del Caribe colombiano. El plan llegó intacto hasta Panamá City donde por ahorrar un dinerito decidí cambiar la ruta por una disque más barata. Sin embargo, hoy puedo decir, que no hay ruta barata ni cara en la comarca, todo depende… de muchas cosas.

Me fui en bus hasta Colón, una ciudad portuaria e industrial, sucia y con edificios decaídos. Luego caminé unas cuadras hasta otra terminal donde me monté en un bus hacia Miramar, donde iniciaría la ruta al Sur por El Atlántico. En el bus conocí a Emilio y Mads, dos daneses de 21 años con quienes compartí el viaje.



De Miramar salí corriendo al cuarto día después de cometer un delito. La falta número 1260 impuesta por la Tesorería Municipal de Santa Isabel, Provincia de Colón, República de Panamá. Junto a los daneses fuimos trasladados en un vehículo policial escoltado por siete agentes armados. Las partes, o sea nosotros como imputados y la víctima, quien dijo llamarse Zuleyca y ser la corregidora de Miramar, llegamos al acuerdo de enmendar la falta con dinero. Los daneses estaban nerviosos así que propuse que se cobraran 10 dólares, me pareció lo justo. Las corregidoras panameñas, Zuleyca encabronada y la otra entre dormida y despierta, dijeron que no.

El monto final acordado fue 30 dólares. La descripción de los delitos a continuación: Tomar Pipas (Cocos) sin permiso, romper las Pipas en las bancas del parque de la comunidad, dañar el parque (como prueba la parte afectada presentaría una losa quebrada pero era falso, no quebramos nada) y por dejar la basura de las Pipas regada por la playa. Todo paso en compañía de los daneses y el último día se sumó a la comilona de cocos un canadiense que dijo llamarse Jhon.

Jhon nos abandonó mientras Emil, Mads y yo arreglábamos la vaina. Recordé el programa de Discovery “Preso en el extranjero” y me reí. Todo estaría bien si pagábamos la multa y alcanzábamos a regresar antes de las 9:00 a.m. para abordar un barco que nos adelantaría en el camino. Pero no llegamos a tiempo. El barco se fue sin nosotros.

Como podrán entender, Miramar me estaba escupiendo, no quería estar más tiempo en aquel maldito pueblo. Para bien o para mal el barco y Jhon se fueron. Ante la risa de los costeños, agarre mis cositas y caminé sin saber dónde. Vi el mapa y lo más cercano era otro pueblito costero llamado Cuango, a dos kilómetros. “Hasta luego y cuidado con esta gente”, les dije a los daneses, que casi chillaban.

En Cuango el río no dejaba pasar, solo se podía cruzar en canoa, mientras esperaba a que llegara alguna, los mismos policías de Miramar llegaron y pusieron bajo arresto a tres personas, dos hombres de entre 25 y 30 años y a una mujer de aproximadamente la misma edad. Todo un show. Yo no hice nada, estaba agotado, lo vi todo mientras reposaba bajo una palmera. Hubo llantos, gritos… “esta es zona de narcos”, me explicó luego el flamante jefe policial. Minutos más tarde logré subirme a una canoa y crucé. Al lanchero le regalé mi camisa favorita, me la había puesto una vez en dos meses de viaje.

El lugar al que llegué era un lodazal digno de espanto, ¡Culebras!, pensé de inmediato. El lodo me llegaba casi hasta las rodillas y las chanclas eran patines. Todo se complicaba con los 26 kilogramos que voy cargando. Un lugareño me dijo “quíteselas chanclas primo porque si le quedan enterradas ahí van a quedar”. Obedecí. Y en efecto estoy seguro que de no acatar allá estarían las chanclas.

Jadeando llegué hasta Playa Chiquita donde la misma actitud malhumorada de los panameños me hizo continuar. Sin mapa ni brújula. Solo sabía que si continuaba por la playa encontraría otro pueblo. La meta era llegar a Palmira y luego a Santa Isabel, como a 8 ó 10 kilómetros. También pensaba en que, si era posible, el siguiente día podía seguir caminando hasta El Porvenir, donde comienzan las playas de San Blas y al mismo tiempo la comarca Kuna Yala. Ideas locas, allá estuviera todavía si hubiera decidido caminar.

No llegué hasta Palmira, a las 5:00 de la tarde, después de llorar perdido en medio de la selva, bajo una intensa lluvia, con hambre, sed, y más sucio quelijueputa decidí acampar en una cabaña donde Benjamín y su familia, de la etnia ngobe bubles del norte de Panamá, me dieron de comer y un techo. Al día siguiente seguí caminando hasta llegar a Palmira donde me dijeron que lo más prudente que podía hacer era regresar a Miramar, donde no quería volver nunca más.

“Espere un rato para ver si en el día alguien sale con viaje”, me dijo Isidro, un viejo pescador. Mientras esperaba me tomé una sopita de colita y patitas de cerdo. Levanta muertos. Por la tarde un colombiano debía ir a Colón por un accidente familiar así que me monté en su lancha hacia Miramar a 80 kilómetros por hora ¡Extremo!



Al llegar me reencontré con Emil y Mads y nos pusimos en contacto con Miguel, un colombiano que nos llevo hasta Capurganá. Miguel viaja dos o tres veces al mes por toda la comarca con pollo de venta para “los indios”.

Cuando finalmente salí de Miramar grité de alegría, ya estaba en ruta hacia mi nuevo destino. En la lancha, además de los daneses y yo (los tres pasajeros) iba Miguel, su hijo Camilo y un paisa de Medellín que viajaba sin pasaporte. Más adelante, cerca del Porvenir, un indio se sumó a la expedición.

Los Kuna Yala salían con sus dólares para comprar el pollo a $1.80 la libra mientras Miguel se llenaba las bolsas con dinero. Esa primera noche dormimos en Narganá, una de las principales comunidades de la comarca, es como una pequeña ciudad indígena, ahí inclusive hay una universidad que imparte dos carreras: Comercio y Turismo. En estas comunidades vi paisajes inimaginados…

Al siguiente día continuamos hasta Puerto Obaldía donde los militares panameños me revisaron todo el equipaje y me tomaron como cinco fotos. Encontramos la oficina de migración cerrada y tuvimos que quedarnos. Al siguiente día partiríamos hacia Capurganá.

En Obaldía un cubano dijo que había pasado 10 días en la selva solo con una pequeña maleta. Le pregunté que para dónde iba y me respondió, “para donde va ser chico, para los Estados a ver a mi familia”. A un argentino no lo dejaban pasar por falta de un sello. El paisa de la lancha se quedó en Isla Caledonia, nosotros ya no llevábamos trabas. Al día siguiente ocurrió el encuentro con Capurganá, una historia colombiana que apenas se comienza a escribir.

Sobre los Kunas

Los Kunas aparecen en las crónicas desde 1571 como comunidades que huían de hostigamientos. Se les ubica desde las riberas del río Atrato en Colombia hasta los afluentes del río Turia en Darién (selva entre Panamá y Colombia).

Eran comunidades que hasta 1903 estaban unidas en un solo territorio denominado comarca de Tulenega. La comarca, a consecuencia de la separación de Panamá de Colombia, sufre nuevas divisiones producto del ordenamiento territorial del Estado panameño, fragmentando así las tradicionales regiones ocupadas por los Kunas. En la actualidad hay cuatro pueblos Kunas: Kuna Yala, Madungandí, Wargandí y Dakakunyala.

Desde 1609 los Kunas enfrentaron a invasores por más de 250 años. Ahora los descendientes de los abuelos luchadores viven y cultivan en tierras que van siendo heredadas. Su principal actividad económica es la recolección de cocos, el cual usan como moneda, en las tienditas Kunas reciben un coco por $0.30. En segundo lugar se dedican a la pesca, en tercero a la agricultura y en cuarto al turismo.

En Kuna Yala los indígenas viven apiñados en algunas islas ubicadas en la costa sur del Atlántico panameño, una zona conocida turísticamente como San Blas. A los Kunas los vi serios y hasta bravos. Las mujeres usan traje típico, muy colorido, con cientos de pulseras en los brazos y pantorrillas, también usan un arete en la nariz.

No tienen lugar para tirar la basura, lo hacen en el mar. Los excrementos también van directo al mar. Se vende Coca Cola en sus tiendas y en algunas casuchitas hay antenas satelitales para ver televisión. Me pidieron un dólar por una foto, después de eso, les capturé solo por la espalda.

Panamá City



La capital panameña está llena edificios y se respira en ella un denso aire estadounidense. No solo la estructura citadina emula a las metrópolis en Estados Unidos, la gente en modo acelerado, el consumismo en tantísimo centro comercial y los dólares también me hicieron sentir en “los Estados”. Y no es para poco, los gringos han estado con todo en Panamá desde inicios del siglo XX cuando hicieron realidad el sueño de Francia de conectar a los océanos. Su estilo de vida es algo que llegó para quedarse y aun ahora, por lo menos en la ciudad, uno se olvida que ahí a ladito está Centroamérica y, aunque le llegan aires de país caribeño, el American Style es lo que está por encima.

Lo primero que visité fue el Casco Antiguo, donde se preservan iglesias, edificios y casas al estilo de La Vieja Habana. Las calles son estrechas y de ladrillo fino. Está lleno de hoteles, restaurantes y turistas. También funcionan ahí oficinas de gobierno como la Casa Presidencial, a la que llaman Casa de las Garzas, el ministerio de Cultura y la Cancillería. Hay monumentos históricos por todos lados, como el busto de Pedro J. Sosa, único ingeniero panameño promotor de la apertura del canal interoceánico, e incluso un paseo para enamorados con vista a los rascacielos, por cierto, me dijeron que muchos edificios en la ciudad son producto del lavado de dinero, vaya Usté a saber!

Luego fui al sitio arqueológico Panamá Viejo, donde funcionó la ciudad por segunda vez, hago esta aclaración porque según me explicaron la primera ciudad se fundó en 1513 en el lado del Atlántico y se llamó Santa María. Panamá Viejo es un conjunto de ruinas principalmente de iglesias y conventos, como el de las monjas de la Concepción, donde las mujeres estaban estrictamente resguardadas de los ojos masculinos y raras veces veían a alguien extraño a su comunidad.

Entendiendo el Canal

La última visita en esta ciudad fue al Canal de Panamá. Tuve la suerte de conocer a un trabajador del paso interoceánico quien con paciencia me explicó cómo funciona esa “vaina”. Fui a la exclusa de Miraflores, la más popular por su cercanía con la ciudad, donde por ocho dólares uno puede ver el paso de los barcos, visitar un museo, que en realidad no tiene mucho, y ver un video sobre la historia y el funcionamiento del canal en una cómoda sala de cine.



La idea de conectar al Atlántico con el Pacífico en el istmo de Panamá comenzó en 1882 cuando Francia inició las excavaciones en contra de una naturaleza indómita donde muchos murieron a causa de la fiebre amarilla. Sofocados, los pioneros franceses tiraron la toalla y fue entonces cuando los gringos tomaron el timón a inicios del siglo XX. En este mismo período, allá por 1903, ocurre la separación de Panamá con La Gran Colombia.

Estados Unidos con la ayuda de miles de personas, que llegaron principalmente desde Barbados, Martinica, Guadalupe, Trinidad y Jamaica, culminaron el canal en 1914. Más de la mitad del material excavado era roca sólida, todos los días se dinamitaban más de 600 agujeros y se estima que se utilizaron más de 60 millones de libras de dinamita. ¡Imagínense el impacto ambiental que esto causó en la zona, se trataba nada más y nada menos de desprender el continente!

En los años 70, tras varias décadas de reclamos donde inclusive hubo estudiantes universitarios asesinados, Estados Unidos y Panamá firmaron un acuerdo donde se estableció que los estadounidenses entregarían paulatinamente a los panameños la administración del canal. La entrega se hizo oficial el 31 de diciembre de 1999 en medio de vítores y miles de globos. En el 2006, los panameños aprobaron en un referéndum para la ampliación del canal, las obras ya avanzaron un 70 % y se espera que sean culminadas en 2014, justo cuando la vía interoceánica cumpla 100 años de funcionamiento.

Los barcos atraviesan el país a través del lago Gatún, cerca del Atlántico en la provincia de Colón, y luego por un río que se desprende el mismo lago y se dirige hacia el Pacífico. Cerca de ambos océanos hay exclusas (que parecen enormes canaletas de agua) donde por medio de la gravedad y la presión los enormes barcos se elevan o descienden a los niveles del mar o del lago Gatún y así es como pueden transitar de un lado a otro.

Hoy el Canal de Panamá es un importante motor económico del país. Los buques de mayor capacidad pagan en promedio entre 300 y 500 mil dólares en peajes, en efectivo y por adelantado. Aquí las actividades de transporte comercial representan entre el 4 y el 5 % del comercio marítimo mundial. Los cinco mayores usuarios de esta vía son: Estados Unidos, China, Chile, Japón y Corea del Sur.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Parque Nacional Chirripó (PNCh)



No me podía ir de Costa Rica sin conocer el punto más alto de ese país. A 3,819 msnm está el cerro Chirripó, una formación rocosa desde la que se ven los océanos Pacífico y Atlántico, yo no los vi, para verlos había que levantarse a las 2:00 a.m. y caminar más de tres kilómetros en la oscurana y cuesta arriba. Me bastó con llegar a la cima y aunque no vi más que neblina, un mar de leche, como dice Saramago, la experiencia fue, además de agotadora, espiritual.

La entrada es por San Gerardo, un encantador pueblito en San Isidro del General, ahí se debe llegar un día antes para reservar cupo en un albergue y poder comenzar la caminata, al siguiente día, a las cinco de la mañana. Para llegar hasta el albergue, hay que caminar 14 kilómetros por el bosque y las montañas. El trayecto me llevó, con mochila de unas 20 libras al hombro, ocho horas y 12 minutos. Podía haber pagado $40 para que los “arrieros” me llevaran la mochila, pero preferí cargarla, “huy qué caro, además no es para tanto”, pensé.

En el camino, me arrepentí de ir cargando una cajita con vino, pero al día siguiente, ese mismo vino hizo que la noche no me supiera tan fría. Con la lengua de fuera y casi llegando al albergue, justo en la cuesta de Los Arrepentidos, un letrero me daba ánimos: “Aunque los pasos se vuelvan lentos y la energía se convierta en fatiga, quedará siempre por dentro el instinto primitivo, la fuerza de la voluntad”. Al llegar al albergué, las canillas me temblaban y moría de hambre. Me almorcé una sardina y me dormí.

Al día siguiente había muchas opciones para seguir caminando, calculo que caminé otros 14 kilómetros para llegar a la cima del Chirripó, al valle de los Conejos, a la laguna de Ditkevi y al valle de las Morrenas. Nuevamente tembeleque y viendo chuchos colgado regresé al albergue para volver a comer pescado enlatado. Luego nuevamente a la cama, pero minutos más tarde salí ganoso hacia el cerro de los Crestones, a poco menos de dos kilómetros del albergue, pero con la dificultad de escalar tetuntes.

La vista desde los Crestones, unas rocas enormes en la cima del cerro, me dejó sin palabras y cuando descendía, el sol, que le decía hasta pronto a los cerros, me recargó de energía y me habló. Me dijo que tengo un propósito y que al igual que él, soy un ser de luz.

A la mañana siguiente, me despedí del Chirripó en silencio. Agradecido por tan hermoso espectáculo y con más ganas de seguir explorando, con más ganas de nuevos destinos, nuevas aventuras.




En un libro leí que el paisaje del Parque Nacional Chirripó (PNCh) se llama páramo, un ecosistema tropical de alta montaña, heterogéneo, velloso, herbáceo y generalmente desarbolado o con doseles abiertos de arbolitos tupidos. El páramo ocurre entre los 2,800 y 4,800 msnm. En América tenemos 35,000 km2 de este paisaje entre Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador y el norte de Perú. Costa Rica, en la cordillera de Talamanca y con 152 km2, tiene apenas el 0.4% del total del páramo americano.

Otros datos interesantes del páramo es que tiene un promedio anual de frío extremo por debajo de los 10 grados centígrados, una humedad atmosférica del 70% y precipitaciones anuales de más de 2,000 milímetros. En este ambiente viven pumas, osos andinos, venados de cola blanca, dantas de montaña, conejos, zorros, pizotes, comadrejas, musarañas, salamandras, ranas, sapos, varios tipos de aves y lagartijas.

Con Nícida y Diego, dos ticos recién casados que celebraban su luna de miel en el Chirripó, compartimos la admiración hacia la belleza encontrada. Yo les dije que recomendaría a mis amigos el lugar, ellos me dijeron que muchos de sus compatriotas no conocían. Más tarde leí en el mismo libro una leyenda del valle del General: “Todo costarricense que no haya ascendido al cerro Chirripó está sin bautizar”.

lunes, 17 de octubre de 2011

10 diyitas en Ometepe



Hoy cumplo una semana de vivir en Ometepe. Una semana que para mí ha valido por meses. Ocho días llenos de gente, idiomas, risas, comidas… Una experiencia que debo volver a vivir. Un lugar para Wampiros y Zombies.

Mi quinto y último destino en la inolvidable Nicaragua, Nicaraguita, fue esta isla. Un destino turístico de rigor lleno de sorpresas. En Ometepe hallé una finca orgánica de nombre El Zopilote. Una granja hippie recomendada por una amiga en Ataco.

Al mirar su Web, llamó mi atención el tema del voluntariado: por trabajar de 7 a 11 de la mañana te dan un “gran” almuerzo. Lo sé. No suena tentador. Sin embargo, trabajé la mitad de mi estadía y tuve la oportunidad de conocer a Matías, un campesino nicaragüense de 67 años que me contó mil historias y me compartió su sabiduría.

El viaje a esta paradisíaca isla inició en la ciudad de Granada. Luego: Chicken Bus hasta Rivas: 26 córdobas. Taxi hasta Puerto San Jorge: 20 córdobas. Lancha-Bus hasta Moyogalpa: 30 córdobas. Chicken Bus hasta Santa Cruz: 20 córdobas. Aventón hasta El Zopilote: Gratis. Total: 96 córdobas, casi $ 5.00!

Una vez en Ometepe, uno entra a un concierto de imágenes interpretado por dos volcanes: el Concepción y el Maderas. Dos colosos que cubren casi el 100 % de la isla. Una maravilla natural de 275 kilómetros cuadrados en el lago Cocibolca. Un chipuste de tierra encantado donde viven 35 mil nicaragüenses.

Al llegar al Zopilote, una amable chavala de ojos pispiretos me recibió como a un viejo amigo. “Aquí no pasan muchos salvadoreños”, me dijo la Gretchil mientras anotaba mi nombre en un cuaderno algo curtido. Check in. Me instalé en la cabaña Mono, una choza de madera y palma con una hamaca en el balcón. Un espacio íntimo en medio de la finca.

El Zopilote está lleno de caminitos, como rieles de tren que se atraviesan a cada momento. Por los caminitos van los habitantes de la finca. Personajes viajantes de Argentina, Italia, España, Chile, Costa Rica, Francia, Macedonia, Estados Unidos, Suiza, Israel, Bélgica y Alemania. Gente sencilla con ganas de platicar. ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Hacia dónde vas? son a veces las preguntas suficientes para iniciar charla.

Aprendí mucho en El Zopilote. Fui a una colmena y le puse medicina a las abejas. Aprendí hacer muros de piedra y adobes de tierra, arena volcánica y rastrojo. Inventé las pupu-empanadas y aprendí a jugar “Cabeza de Mierda”. Pero sobre todo hice siestas, leí mucho, salí a caminar y contemplé puestas de sol… le dicen VIAJAR!

Me quedan aun unos días en El Zopilote. Falta poco para volver al camino mochila al hombro. Un nuevo destino ya me espera. Allá voy Montezuma, Costa Rica!

jueves, 6 de octubre de 2011

Un poco sobre los Miskitos



Algo de lo que estaba seguro desde que llegué a Nicaragua era la gana de conocer a los Miskitos, una comunidad de aproximadamente 450,000 personas ubicada en la costa del océano Atlántico hondureño y nicaragüense. Me advirtieron del largo y cansado viaje para llegar a ellos pero me aventuré y logré convivir por cuatro días con una auténtica familia Miskita (El juez de Wawa Bar Wilfred Allen, su esposa Carolina, su hijo menor Donli y su nieto Adukai)… personas que hoy recuerdo con cariño.

Historia

En Bilwi (Puerto Cabezas) conocí a Avelino Cox (63), un historiador Miskito quien me habló con mucha pasión sobre su gente. Me dijo que los Miskitos llegaron a América desde Asia Central hace miles de años. Atravesaron el estrecho de Bering y por mucho tiempo fueron expulsados por comunidades indígenas ya establecidas en Norte y Sur América, como los Aztecas y los Incas. Hacia el siglo IV antes de Cristo llegaron a Nicaragua y tras deambular por Rivas, Ometepe, Chontales y el norte de Nicaragua llegaron finalmente a la costa atlántica, específicamente al Cabo Gracias a Dios (entre Honduras y Nicaragua) donde finalmente se establecieron cerca del año 800 después de Cristo. En aquellos años los Miskitos no se llamaban así. Eran conocidos únicamente como “Larga Cabellera”.

Hacia 1612 inician sus contactos con otras culturas. “No es cierto que Colón descubrió Nicaragua por Cabo Gracias a Dios. Los Miskitos descubrimos a Colón que andaba perdido por aquí, esa es la verdad de la historia”, asegura Avelino. También en esos años inician los contactos con comerciantes y piratas ingleses quienes llegaban desde el mar Caribe. “Los cheles”, como era lo común en su tierra, nombraron, en 1633, al primer rey Miskito, a quien llamaron únicamente como “Old Man” (bien creativos ellos). Básicamente, los británicos les ofrecieron protección, algo que los Miskitos no despreciaron quizá por las persecuciones de antaño y por las amenazas de nuevos piratas. “No es cierto que los Miskitos sean el resultado de mezclas entre africanos con otras razas. Los Miskitos ya estábamos en Cabo Gracias a Dios cuando eso ocurrió”, dice Avelino, en clara referencia a la ambigua información que se encuentra en Internet.

Allá por 1894, el gobierno norteamericano, en común acuerdo con los ingleses y el presidente nicaragüense José Santos Zelaya, le puso fin a la monarquía Miskita. Tras la invasión que llegaba desde el Pacífico de Nicaragua, el rey huyó hacia Jamaica y la costa Atlántica se incorporó forzosamente a lo que hoy es el territorio nicaragüense. El último rey Miskito del que se tiene referencia fue Robert II (Robert Henry Clarence) quien gobernó brevemente entre 1891 y 1894. “Nosotros seguimos reclamando esta región. Hoy vemos la destrucción que se viene haciendo desde el Pacífico, acabando con nuestros bosques. Este reclamo sigue porque prácticamente nos están tirando hacia el mar”, dice con risa nerviosa Avelino.

El historiador también me contó que actualmente hay una gran injerencia política del Pacífico en el Atlántico de Nicaragua, por las próximas elecciones de noviembre, algo que está dividiendo a la comunidad Miskita.


Wawa Bar




Luego de conocer a grandes rasgos la historia, me aventuré a Wawa Bar, la más grande comunidad Miskita en las cercanías de Bilwi donde habitan unas 250 familias, casi 3,000 personas. Algo que me dijeron en el INTUR (Instituto Nicaragüense de Turismo) llamó de inmediato mi atención: “cuando llegue, lo primero que tiene que hacer es presentarse con el juez y debe explicarle qué es lo que usted anda haciendo”.

En idioma Miskito Wawa significa “Sauce”, lo de Bar me dijeron que es por la desembocadura que la comunidad tiene hacia playa. Otra versión, contada por los descendientes de Kiha Watla (el primer Miskito que habitó en Wawa Bar) asegura que el nombre viene dado por los sonidos del mar cuando las olas se levantan para terminar en la playa… uwah uwah.

En el embarcadero Lamlaya (Bilwi) me subí en una panga (lancha de motor) en la que viajé con algunos habitantes de Wawa Bar que regresaban a sus casas después de hacer compras. El viaje, todo entre manglares, me costó 60 córdobas y duró aproximadamente una hora con 45 minutos.

Al llegar al muelle de Wawa Bar vi que las casas no eran tan humildes como pensaba. Hay unas grandes, bonitas y bien equipadas, algunas construidas con remesas o con los resultados de la buena pesca (principal actividad económica de la comunidad). El 90 % de las casas son de madera y están a más de un metro del suelo, solo algunas, como en la que me quedé, son de concreto y están pegadas a la tierra. En la comunidad hubo luz pero desde hace tres años un fuerte ventarrón los dejó a oscuras, ahora solo algunos tienen ruidosas plantas eléctricas. No hay agua potable, se bebe agua llovida y para otros usos las familias comparten pozos de agua dulce. Hay caminitos de cemento para las bicicletas. Una escuela que imparte educación bilingüe hasta secundaria. Una iglesia Morava. Un cementerio sin cercos. Muchos cerdos. Algunas vacas.

Al llegar me presentaron con Donli, el hijo menor del juez. Llegué a su casa y solo encontré a Carolina. “Mi marido salió hoy y va regresar hasta mañana”, me dijo con un español algo lento. Agregó que no había problema con que me quedara con ellos. Hicimos trato sobre los costos de mi alimentación y en pocos minutos ya estaba acostado en una hamaca y andaba descalzo por su casa. Lo demás es historia, los juegos en la playa con Adukai, los cerdos peliándose por mis excrementos, las pláticas con el juez y su mujer, el cielo estrellado, el desayuno, almuerzo y cena con pescado y bastimento… Una aventura como pocas que me dejó con nuevos amigos, mis amigos Miskitos.

Datos interesantes sobre los Miskitos

Sihkrutara: Mayor fiesta Miskita para recordar a los muertos. Hace referencia al primer Miskito que se suicidó por amor y regresó a la vida. Se celebra un año en Honduras y otro en Nicaragua. El próximo, en 2012, será en Honduras del 4 al 9 de agosto. Hay danzas y comidas antiguas. Comen por ejemplo Kruhban: jabalí con leche de coco y puré de banano, comida especial de las bodas Miskitas.

Dioses y médicos:

Wan Aisa: Dios Padre, Yapti Misry: Diosa Madre o Madre Originaria, Prahaku: Dios del Clima, quien viaja de Norte a Sur y está detrás de las nubes, Aubia: Dios de las montañas, Liwa: Dueña y protectora del agua, Ulak: Dios protector de los animales y al que más le gusta el calor humano. Sukia: Chamán, Ukuli: Profeta, Uhura: Curandero.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Viajando por la RAAN



Charcos y lodo. Y las vacas nomás retozando, disfrutando de su verde banquete. Las casitas son todas de madera y techos lámina o palma, pequeñas como habitaciones. Están a un par de metros del suelo, adaptadas así porque ahí el agua abunda y llena cada hueco de los potreros donde se forman piscinas y lagunitas por donde se mire. En la entrada de las casas se ven cuches y niños chulones que se diputan algo… un juguete, un pedazo de pan... Lo que se ve viajando por la RAAN (Región Autónoma del Atlántico Norte (Nicaragua)) es pobreza, desde Lisawe, pasando por Siuna y Rosita, hasta llegar a Puerto Cabezas, que en idioma miskito se llama Bilwi. En Puerto Cabezas, la capital de la RAAN, la cosa es diferente, es una ciudad costera donde el 80 % es de los habitantes son de raza miskita. No parece Centro America, parece El Caribe.



El bus que viaja por la RAAN se mece como hamaca, relincha, corcovella. Van dos motoristas, un cobrador y un ayudante. Van afligidos y pendientes de cada pantano a superar. El destartalado bus se detiene ante un charco de media cuadra y los cuatro analizan como pasar. Aun dudosos toman la decisión. Despacio, freno, despacio, freno. Abajo las cansadas llantas formas pequeñas olas color horchata, arriba los abatidos pasajeros rogamos para que el bus no de vuelta, para que no quede trabado y tengamos que saltar al charco y luego quizá a empujar. Es lo emocionante del viaje, cualquier cosa puede pasar. Dicen que desde Managua hasta Bilwi son 22 horas de viaje sin parar. Yo salí de Somoto y cuando escribo estas líneas, en el vaivén del bus, me doy cuenta que ya llevo 24 horas viajando y que este es mi cuarto bus. Me voy cagando del sueño, pero aquí es imposible dormir, ya pegué contra el vidrio, no aguanto el lomo y las nalgas van recocidas. Para mermar el dolor, la mayoría se agarra de los barrotes donde van las maletas, hago lo mismo. El conductor, uno negro y empurrado que cada dos horas grita "vaya los que van hacer agua" (indicación para bajarse a miar), me dice que aún faltan cinco horas para llegar.

En realidad fueron ocho horas las que faltaron después de preguntarle al motorista. Por toda la RAAN el paisaje es el mismo, el mismísimo. El viaje en el bus también es el mismo, el mismísimo durante horas y horas. El viaje en bus más caro que he pagado ($20) y el más largo.

lunes, 26 de septiembre de 2011

El Chorrerón de San Fernando



El pasado 12 de septiembre inicié un viaje que espero me lleve hasta San Vicente y las Granadinas, en el caribe venezolano, a inicios del próximo diciembre. La primera estación que hice fue en Morazán, El Salvador. Quería despedirme de mi paísito con el atardecer del Valle del Muerto, en Perquín. Pero antes de irme al valle fui a San Fernando y me encontré con una espectacular caída de agua. Les comparto el link del video del Chorrerón de San Fernando y además mi foto favorita del Valle del Muerto. Espero sigan mis aventuras en este viaje. Saludos!

http://www.youtube.com/user/duduportillo?feature=mhee#p/a/u/2/OnFHyCFf6Es

jueves, 13 de enero de 2011

Baño de pueblo


¿Ya se ha dado usted un baño de pueblo?... ¿No?, pues bueno, se lo recomiendo. Yo crecí dándomelos allá por los cuatrocientos cerros, pero eso se acabó demasiado pronto, demasiado. Hoy abro la ventana de My office y dejo que el pueblo me hable mientras escribo, que me diga cómo le va, qué ha hecho, quién ha venido o quién se ha ido. Hoy a las 9:29 p.m. del jueves 13 de enero del 2011 me dice que tiene tres días silbando, y que todos le han oído. Lo repiten: “Huy que frío vea!”. Pero bueno, es parte del show. Volviendo a lo del Baño de pueblo, se trata de un paquete turístico que yo lo he convertido en un paquete de vida desde hace ya 468 días, en el paquete de mi vida a mis 28 años, en lo que me ha tocado vivir en esta época de la humanidad. Este paquete es completo, incluye ideas, forma de vida, amigos e intereses nuevos. Un universo desconocido que me ofrece estos momentos para pensar en idealismos personales. Un lugar donde hay que nadar en auténtico pueblo, que se desborda cada vez que abro la puerta. Afuera la fauna es diversa, tipo África. Yo los clasifico como la “gente de la montaña” y los que “han sido llamados por la montaña”. De cada lado son variopintos. Todos saben de los Baños de pueblo, pero pocos reconocen que es un baño el que se están dando. Yo los he identificado y me los doy de vez en vez cuando amerita ducharse. Salgo sin rumbo, literalmente a dar una vuelta, haber a quien veo.

“Buenas tardes joven”, lo primero, “Buenas tardes, que le vaya bien”, “Gracias, igual”. Al fondo se oyen los cohetes, es la entrada del cantón anunciando que va saliendo hacia la cofradía. El santo le responde con otro cohete. ¿Qué tiene de comida seño? Hay lengua envuelta en huevo, rellenos de coliflor y sopa de pinol, Mmm… de esta lengua deme. Caballero, caballero, caballero, venga, qué tal, cómo está, días de no verlo, mire, mire, mire, no tendrá una monedita por ahí, pa´echarme un trago, viera que jodido ando. ¿Tiene cigarros?, No, no vendemos eso, Y por qué, Porque somos evangélicos… silencio, Por qué (tontera de insistir)… otro silencio, Porque somos evangélicos, Ah bueno. ¿Cómo sigue su pierna?, Mejor, Gracias a Dios vea, No son unas pomadas que me estoy poniendo todas las noches, viera que bien me están cayendo. ¿Tiene pupusas? Ahorita solo de papelillo, Mire y no volvió hacer de Tenquique con queso, No usté muy caro, no lo paga la gente, A pues deme tres de papelillo para comer aquí y me da tres dólares de las revueltas de a cora para llevar. Atención, atención, a este servicio social, la familia de quien en vida fue Fulano de Tal invita a la velación de sus restos mortales en donde esa su lugar de residencia. Buenas, ¿tiene pan?, Sí cuanto quería, Una cora de ese larguito deme, ¿No trae bolsa?, No, Aquí hay que traer bolsa, sino no le vendemos, Ahhh, no sabía, Hoy le voy a vender, pero si quiere mañana trae bolsa, Ok.

Así son los Baños de este pueblo y como ya dije, me los doy en vez en vez, cuando amerita, cuando me llama. Y mientras las horas pasan, el pueblo sigue ofreciendo sus baños, hoy sigue silbando y meneando las ramas para ver si además de oírlo lo escuchan, para ver si alguien le pone cuidado. Silencio, viento, pueblo, Baño de pueblo.