miércoles, 10 de diciembre de 2014

El cuarto de Heidi

Este es el cuento de la II etapa de Casa Tamarindo. La historia de un entablado. Proyecto que inició con propósitos simples que se ampliaron en el camino. Creación involuntaria de espacios, entre ellos un cuarto para huéspedes muy parecido al de la niña de los Alpes. Mucho trabajo con madera. Mucho aprendizaje.Una gran satisfacción.

De esa milpita hicimos un rico atol.

Así como la foto de arriba encontré mi casa cuando regresé de una gira que me llevó a las tibias aguas del Caribe y al exótico Brasil. Una milpa bien chula se extendía por el terreno. Ocurrió el milagro. La comida salió de la tierra y seguirá saliendo.

Casa Tamarindo es una casa sustentable, un espacio de habitación que se mantiene así mismo con ayuda de la naturaleza. Esto es posible a través del uso de energías renovables y tecnologías apropiadas. Lo anterior, además de estar de moda, me llena el corazón de alegría.

El proyecto de la casa inició en 2012 con la construcción de un baño seco y continúa en ruta quien sabe hasta cuando. Un ideal como este no termina nunca y siempre se está en marcha. En 2013 construí la casa de habitación. Una casa de lodo que se mece cuando tiembla.

Voy por pasos. Luego del baño y la casa se vino la necesidad de un lugar para echarse la cocinada. En los últimos meses de este 2014 he logrado diseñar el espacio para esta majestuosa cocina.

Se trata de una II etapa que además me ha dejado un Yoga Studio, mismo que tendrá funciones de cuarto para huéspedes, para Heidi.

Ver Heidi al medio día era de rigor en mi infancia.

Mi gira terminó en agosto. Septiembre fue para acabar de llegar. En octubre comencé los trabajos. Lo primero fue conseguir madera. Mucha madera. Tuve la suerte de que me regalaran dos palos antiguos, de Zúngano y Ojuste, que casi dieron lo suficiente para el entablado.

La ampliación mide aproximadamente 10 x 6 metros. Suena poco pero en realidad es un área bien generosa.

Sacamos tabloncillo de pulgada ¼, cuartones y vigas. Los horcones los conseguí en San Lorenzo: Guachipilines, de lo mejor que se conoce para enterrar. Ya con la madera en el puesto era momento de echar manos a la obra.

En mi casa de Ataco también había horcones de Guachipilin.

Inmediatamente después del Día de Finados conocí a don Paco, un vecino de Guacotecti dueño de un sin fin de habilidades. Es albañil, carpintero, electricista, mecánico automotriz y aserrador. Justo el combo que andaba buscando.

Iniciamos la construcción de los 10 pilares que sostienen el entablado. Dos pilastras de ladrillo sisado, cuatro pilares de tubos de cemento y cuatro horcones de Guachipilin.    
      
Construimos un condoncillo de piedra alrededor de la nueva etapa, esto para nivelar el suelo. En menos de una semana los pilares y el cordón estaban listos. Llegó entonces el momento de entrarle a la madera.

Pilares miden poco más de dos metros. 

De lo primero que nos dimos cuenta fue que nos haría falta material. Tanto como para el entablado como para la parte de arriba. Para las vigas usamos unos palos de Cola de Ardilla que estaban descabezados en el bosque vecino. Ya para las vigas de la segunda planta conseguí Tecas.

Los horcones los suplimos con unos palos de Guaycumen que estaban huecos del medio y cayeron por su propia cuenta en la propiedad de mi madre en Ilobasco.

Para el faltante del entablado compré tabla de Pino. El vendedor me dijo que se trataba de un Pino “ocotado” es decir que ya estaba bien maduro. Me vino como anillo al dedo al igual que casi 100 varas de costanera, también de Pino ocotado.

Compré además dos cuartones usados para el escalerón.

Con don Paco tanteamos que con eso y unos pedazos de tabloncillo extras ajustábamos. Démole.

Los cuartones son todos de Ojuste.

Arriba da la sensación de estar en una tarima.

Entablado enmasillado y pulido.

Tornillos y clavos fue algo que ocupé bastante. Tanto para la madera como para la lámina del techo. Me preocupaba el movimiendo de los horcones y las vigas en la segunda planta pero la red que formaron las láminas fueron socando toda la estructura a medida que se iban instalando.

Las entradas de luz, la escalera, la pulida del piso… todo iba tomando la forma que había imaginado. El espacio se mostró con forma de tarima, lista para algún evento. Como un escenario en medio del potrero.

Don Paco y sus ayudantes supieron materializar mis ideas. La II etapa está lista para lo que se venga. Esto es desde instalar un panel solar en el techo hasta construir una hornilla, un comedor y tantas otras cosas que se me ocurren para la cocina. 

Fue cansado pero valió la pena.

Noviembre fue un mes de arduo trabajo que no me dejo siquiera escribir la entrada respectiva en este blog. No quise escribir nada a la carrera y preferí esperar este momento para sentarme frente al computador y compartir el cuento con ustedes, mis lectores, quienes sé que existen.

Durante noviembre me reencontré con mi Sensunte natal.