En una comunidad misquita del atlántico nicaragüense cada
vez que alguien defeca un cerdo se da un banquete.
En el pasado, cuando ellos se unían en matrimonio, se servía
uno de sus platillos predilectos: cerdo. Pero no cualquier cerdo, de preferencia
uno salvaje. “Cuche ´e monte pue”. No el mismo que ahora come caca.
El cerdo que comían era uno que el novio había cazado y que
la novia preparaba con maduro (plátano). En la noche, enterraba los pedazos de
carne con plátano verde a un metro bajo tierra, al día siguiente se servía el manjar.
Por influencia inglesa, los misquitos le dicen toilette al sanitario. Se trata de una
estructura de madera a un metro y medio del suelo. En el piso hay un agujero. El
cliente se agacha y hace lo suyo. El resto es trabajo y deleite para el
cerdito.
Es normal ver a los cerdos buscando comida en la playa. |
Los cerdos retozan sobre el
pasto o dan paseos de playa. Buscan comida. Cuando alguien va rumbo al toilette, el cerdo más astuto corre
disimulado y espera a que llueva comida.
Se le escucha masticando. Abriendo y cerrando el hocico.
Moribundo de gozo y dando gracias a Dios por comer por quinta o sexta vez en el
día.
A veces llegan otros cerdos queriendo ver si se puede
compartir algo, si aquello es abundante o si son nada más un par de canicas.
El cerdo que llega primero defiende el botín y gruñe con los
colmillos embarrados. Todo el espectáculo se puede disfrutar en vivo y a todo
color cada vez que se va al toilette.
Los cerdos se marchan y se quedan atentos al pasar de alguien con cara de
urgido.
En el mundo hay sanitarios curiosos, lugares para la
disposición final de nuestros desechos que nos hacen particulares: una letrina
en la campiña salvadoreña, un sanitario eléctrico en Japón que atiende comandos
de voz o un merendero para cerditos en el caribe de Nicaragua.
En este post quiero compartirles un modo apropiado para
atender nuestros desechos. Se llama Baño seco y estoy cautivado con la
tecnología simple, responsable y provechosa que ofrece. El pasado agosto puse a
funcionar uno que construí en la que será mi casa.
Nuestro cuerpo es un invento interesante. Aprovecha de la
comida cada componente que necesita para funcionar y desecha el resto.
Hay cosas que el cuerpo no necesita y sin embargo siguen
siendo parte de nuestro consumo. Nunca pensamos en esto cuando nos fumamos un
cigarro o nos comemos una manzana pero así es.
Son hechos tan habituales que pasan desapercibidos frente a
la mano que lleva las cosas hasta nuestra boca.
A la hora de cagar tampoco pensamos “esto es lo que mi
cuerpo ya no necesita”. Solo queremos
que salga, de la manera más cortés posible, y bajamos la palanca para decir
adiós.
Aquello es algo que entró a nosotros, se quedó a vacilar un
rato y ahora se va en el remolino del Chele bocón. Le decimos adiós sin más.
Hasta nunca. No te quiero volver a ver. Hueles mal.
La invención del inodoro se la atribuyen al inglés John
Harrington quien a finales del siglo XVI habría ideado lo más parecido al
inodoro como lo conocemos, con una reserva de agua y una manija para activar el
mecanismo. Desde entonces gastamos millones de agua potable para eliminar
nuestros desechos.
Según
Wikipedia, se estima que una familia de cinco personas que usa inodoro
contamina más de 150,000 litros de agua al transportar unos 250 kilos de caca y
2,500 litros de orina en un año.
Mi amiga Ivania, de las primeras mujeres en usar mi baño seco. |
El Baño seco es un sistema amigable con el ambiente que no
utiliza agua. La taza o inodoro tiene recipientes separados para depositar la
orina y la caca. La orina va a un pozo de percolación en el suelo y la caca a
una cámara de compostaje.
Estos sanitarios tienen dos cámaras de secado para almacenar
los desechos que con el tiempo se convierten en abono si se les da el uso y
manejo indicado.
Para usarlo, uno se debe sentar en la taza de tal modo que
la orina caiga en el separador ubicado adelante y la caca caiga en la cámara.
Después de usarlo se deben depositar en la cámara tres
cantidades de material seco, aserrín por ejemplo. Las cantidades se calculan de
acuerdo a la cantidad defecada.
Es decir, en la cámara el 75% es material seco y el 25% es
materia fecal que se deshidrata y que con el tiempo se convierte en tierra
llena de nutrientes. Es importante que no caigan orines en la cámara, al
compostaje no le gusta el orín.
Cuando la primera cámara se llena, la taza se cambia a la
segunda. La primera se sella y se deja sin uso por seis meses. Luego de ese
tiempo se destapa y se saca abono orgánico de la mejor calidad.
A mis vecinos en Ilobasco les construyeron de gratis Baños
secos que no usan. Ahora son bodegas o están abandonados. A mi abuela se lo
ofrecieron, pero no le simpatizó la idea.
Esta es la forma más responsable, coherente y justa que
conozco de ocuparnos de algo que aguebo producimos al menos dos o tres veces al
día. Tal vez algunos no puedan tenerlo. Yo sí.
PD: Aquí pueden encontrar más información sobre estos baños. http://caminosostenible.org/mediateca/banos-secos-y-saneamiento-ecologico/