viernes, 10 de julio de 2015

Mis muchachos

De pequeño nunca me simpatizaron las mascotas. Era mi hermano quien se preocupaba por alimentar animales, bañarlos y botarles la caca. No eran mis actividades. Sí, de niño me divertían un rato sin embargo ya adulto hasta les desarrollé un cierto asquito.

En mi casa siempre hubo peludos de cuatro patas. Los canes eran los favoritos de mi brother. Una vez, el día de su cumple, se le ahorcó una pareja de cachorros. Fue un sufrir que recuerdo espantoso. También recuerdo su pasión por ellos, si veía uno en la calle, y le gustaba, era capaz de robarlo. 

Hoy quiero contarles que eso ha cambiado. Desde el año pasado me convertí en el feliz amo y compañero de João y Tuanisha.

Siempre es mejor empiernados.


La preciosa hijita de mi amiga en St. Vincent tiene como gracia Tuanisha. João, por su parte, es muy popular en Brasil, es Juan en portugués. Esos nombres simplemente me gustan, no tienen malicia. 

Esos muchachos viven conmigo en la Tamarindo desde el 2 de febrero. Este post ha tardado meses en cocinarse. Hay les voy.

¿Por qué el cambio de actitud? La verdad no sé. Quizá la gana de tener vigilancia privada las 24 horas... algo que se ha ido transformando en compañía, convivencia y amor.

La Tuanisha, Juanicha o Juanita me cayó bien desde bebé. Con João nos hemos entendido con el tiempo. Ellos son hermanitos, hijos de la Candela y ahora mis mascotas, que quiero y que me enseñan. 

Son mis hijos orgánicos que comen de tres restaurantes, entre ellos uno de comida china. Un baboso de una moto les acarrea el alimento todos los días. El baboso es cumplidor. Nunca les ha fallado. 

Retrato de Tuanisha I del reino de La Antena

Ese baboso, yo, también ha leñatiado a esos muchachos. No sé que tan buena idea fue agarrarlos tiernos y verlos crecer. Al principio eran encantadores y yo un padre alcahueto. Ahora que ya tienen siete meses hay días que sus travesuras me vuelven loco. He tenido que zamparles. Hemos tenido días duros.

Los cabroncitos no dejan en paz las plantas y hacen hoyos por doquier. Me obligan a tener la casa limpia y ordenada, no puedo dejar una bolsa de plástico en mal puesto porque la destrozan. Les había agarrado de subirse a la mesa, algo que están dejando a fuerza de palos. Mi moraleja: una mesa siempre tiene trastos sobre ella, sino los tiene quizá no sea mesa.

Ahora se han vuelto callejeros. Se van a rodar mundo cuando se les antoja. De eso he aprendido a no quejarme, puede que sea hereditario. 

João regresando de la calle.

João es el más vagabundo. Le ladra como estúpido a las motos, supongo que su naturaleza aguacatera no le permite dejar de hacer semejante pendejada. La Tuanisha es más casera y glotona. Ella es feliz echadita haciendo la digestión.

Tenemos un amor-odio con esos cachorros. No me demanden. Cada vez me los sueno y los amarro menos. Me emociona verlos crecer y son excelente compañía. Quizá no sea un chucho-lover pero ver a mis muchachos jugando felices me hace feliz. Me dibuja una sonrisa y me dan ganas de contárselo al mundo. 




Foto actual. Adolescentes terribles.

P.D. También tengo una gatita: Borboletti Nohemy. Futuro post: el apasionante mundo de los gatos.

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