lunes, 24 de diciembre de 2012

Baño Seco



En una comunidad misquita del atlántico nicaragüense cada vez que alguien defeca un cerdo se da un banquete.

En el pasado, cuando ellos se unían en matrimonio, se servía uno de sus platillos predilectos: cerdo. Pero no cualquier cerdo, de preferencia uno salvaje. “Cuche ´e monte pue”. No el mismo que ahora come caca.

El cerdo que comían era uno que el novio había cazado y que la novia preparaba con maduro (plátano). En la noche, enterraba los pedazos de carne con plátano verde a un metro bajo tierra, al día siguiente se servía el manjar.

Por influencia inglesa, los misquitos le dicen toilette al sanitario. Se trata de una estructura de madera a un metro y medio del suelo. En el piso hay un agujero. El cliente se agacha y hace lo suyo. El resto es trabajo y deleite para el cerdito. 

Es normal ver a los cerdos buscando comida en la playa.


Los cerdos retozan sobre el  pasto o dan paseos de playa. Buscan comida. Cuando alguien va rumbo al toilette, el cerdo más astuto corre disimulado y espera a que llueva comida.

Se le escucha masticando. Abriendo y cerrando el hocico. Moribundo de gozo y dando gracias a Dios por comer por quinta o sexta vez en el día.

A veces llegan otros cerdos queriendo ver si se puede compartir algo, si aquello es abundante o si son nada más un par de canicas.

El cerdo que llega primero defiende el botín y gruñe con los colmillos embarrados. Todo el espectáculo se puede disfrutar en vivo y a todo color cada vez que se va al toilette. Los cerdos se marchan y se quedan atentos al pasar de alguien con cara de urgido. 

En el mundo hay sanitarios curiosos, lugares para la disposición final de nuestros desechos que nos hacen particulares: una letrina en la campiña salvadoreña, un sanitario eléctrico en Japón que atiende comandos de voz o un merendero para cerditos en el caribe de Nicaragua.

En este post quiero compartirles un modo apropiado para atender nuestros desechos. Se llama Baño seco y estoy cautivado con la tecnología simple, responsable y provechosa que ofrece. El pasado agosto puse a funcionar uno que construí en la que será mi casa.  




Nuestro cuerpo es un invento interesante. Aprovecha de la comida cada componente que necesita para funcionar y desecha el resto.

Hay cosas que el cuerpo no necesita y sin embargo siguen siendo parte de nuestro consumo. Nunca pensamos en esto cuando nos fumamos un cigarro o nos comemos una manzana pero así es.

Son hechos tan habituales que pasan desapercibidos frente a la mano que lleva las cosas hasta nuestra boca.

A la hora de cagar tampoco pensamos “esto es lo que mi cuerpo ya no necesita”.  Solo queremos que salga, de la manera más cortés posible, y bajamos la palanca para decir adiós.

Aquello es algo que entró a nosotros, se quedó a vacilar un rato y ahora se va en el remolino del Chele bocón. Le decimos adiós sin más. Hasta nunca. No te quiero volver a ver. Hueles mal.

La invención del inodoro se la atribuyen al inglés John Harrington quien a finales del siglo XVI habría ideado lo más parecido al inodoro como lo conocemos, con una reserva de agua y una manija para activar el mecanismo. Desde entonces gastamos millones de agua potable para eliminar nuestros desechos.

Según Wikipedia, se estima que una familia de cinco personas que usa inodoro contamina más de 150,000 litros de agua al transportar unos 250 kilos de caca y 2,500 litros de orina en un año.

Mi amiga Ivania, de las primeras mujeres en usar mi baño seco.


El Baño seco es un sistema amigable con el ambiente que no utiliza agua. La taza o inodoro tiene recipientes separados para depositar la orina y la caca. La orina va a un pozo de percolación en el suelo y la caca a una cámara de compostaje.

Estos sanitarios tienen dos cámaras de secado para almacenar los desechos que con el tiempo se convierten en abono si se les da el uso y manejo indicado.

Para usarlo, uno se debe sentar en la taza de tal modo que la orina caiga en el separador ubicado adelante y la caca caiga en la cámara.

Después de usarlo se deben depositar en la cámara tres cantidades de material seco, aserrín por ejemplo. Las cantidades se calculan de acuerdo a la cantidad defecada.

Es decir, en la cámara el 75% es material seco y el 25% es materia fecal que se deshidrata y que con el tiempo se convierte en tierra llena de nutrientes. Es importante que no caigan orines en la cámara, al compostaje no le gusta el orín.
   
Cuando la primera cámara se llena, la taza se cambia a la segunda. La primera se sella y se deja sin uso por seis meses. Luego de ese tiempo se destapa y se saca abono orgánico de la mejor calidad. 

A mis vecinos en Ilobasco les construyeron de gratis Baños secos que no usan. Ahora son bodegas o están abandonados. A mi abuela se lo ofrecieron, pero no le simpatizó la idea.

Esta es la forma más responsable, coherente y justa que conozco de ocuparnos de algo que aguebo producimos al menos dos o tres veces al día. Tal vez algunos no puedan tenerlo. Yo sí.

Es trabajoso… claro que sí. Antihigiénico… en ningún momento. Su éxito depende de la actitud. La misma que tomamos hacia esto que llamamos hogar. Feliz Navidad!

PD: Aquí pueden encontrar más información sobre estos baños. http://caminosostenible.org/mediateca/banos-secos-y-saneamiento-ecologico/
 

sábado, 25 de agosto de 2012

30

Uno de mis más antiguos recuerdos es cuando junto a mi hermano mayor caminábamos hacia la que sería nuestra primera casa, allá por la salida de Tronalagua.

Papá y Mamá se habían esforzado en aquella obra y aquel día finalmente dejábamos la quinta de la abuela.

Mamá arregló nuestras hilachitas en bultos que nosotros nos alzamos al lomo. Parecíamos vendedores de cobijas chapinas, pero en versión cipotillos de 3 y 5 años.

Nos mudamos carcajeándonos.


Junto a mi hermano Jaime. Foto tomada en junio de 1985.

Una vez, en la escuela, me caí en un charco. El lodo me llegó hasta las fosas nasales.

De campeón, pensé que no había problema y me fui a meter al aula. Ya me había lavado la cara, chis. La profesora cuando me vio aturró la cara y me mandó a bañar inmediatamente.

Cuando regresaba a casa con los colochos embadurnados chillé de bravo. La gente se reía al ver al niño llenó de lodo y lágrimas.

Un 24 de diciembre mi primera cuñada hizo que besara a su hermana.

Con mi novia teníamos 8 meses de andar y nunca, pero nunca nos habíamos besado. No sabíamos cómo, nos daba miedo.

Mi cuñada nos mandó para el parque Cabañas. Ahí frente al pueblo le dije a mi primera novia: “Mirá tenés algo aquí”, le agarré la quijada y nos besamos.

Recuerdo la dulzura de aquel beso y los cohetes de vara sonando ¡PUM! ¡PUM! Feliz Navidad.

Dicen que recordar es volver a vivir. A mí se me dibuja una sonrisa en la cara cuando me acuerdo de cosas como estas. Cosas que pasaron hace ya mucho tiempo.

No pude celebrar mis 30 en la casita de adobes. Lo que estoy por terminar es un BAÑO SECO sobre el que escribiré en mi próximo post.

lunes, 14 de mayo de 2012

Haciendo casa

Imaginarse cómo será la casa de uno da ansias. Uno mira algo que le gusta y dice “algo así voy hacer (o poner) en mi casa”. Es como ir componiendo un rompecabezas, pero al gusto del cliente. Yo me vine de Saint Vincent decidido a hacer la mía. Voy lento, pero hay voy. Como hormiguita de invierno, pero hay voy. No encontrar maistro de obra no me asustó. Mi lema es “No creo que sea tan difícil” (www.taishin.org.sv).


(Susurro) “Ahí va el muchacho colocho que está haciendo casa”




Willian el albañil buscándole "el rostro" a la piedra.

Lo primero que hice fue cercar el terreno con brotones de Jiote y Tempate. El cerco está bien chulo porque todos los palitos se pegaron. Bien me dijeron “es que este es el tiempo para sembrar ejos bolados”.

Luego hice los cimientos de la casa  porque “una casa sin cimientos es como un árbol sin raíces”. Para esta ardua labor me ayudó el primo René y un albañil aficionado a “12 Corazones”, “Quien quiere ser millonario” y “Trato hecho”.

Hicimos unos grandes zanjos y los rellenamos con piedrotas y concreto. “Han quedado tan fuertes como para una casa de dos plantas”, me ha dicho mi maestro de albañilería.

Haciendo los cimientos estaba cuando me percaté que no podía hacer una casa sin agua. Digo con agua propia y de preferencia en el lugar.

Me eché esa otra misión con unos vecinos: Chevo el inmigrante y el hermano Tito. Chevo cortaba melones en Mendota (California) y Tito salió del penal convertido al evangelio. Los contraté de inmediato.

Al segundo día me dijeron que mejor les pagara por tarea. Como así les pregunté, chis. Puesi por tarea, me dijo, por siete metros de zanjo tantos dólares, o sea el pago de un día, pero si termino la tarea antes, pues me voy antes, chis, me respondió. 

Volvimos hacer zanjos. Conectamos cañerías. Me estrené como fontanero y aunque aún no he abierto el grifo, sé que ya tengo agua, siento esa satisfacción. Porque cuesta tener la agüita en la casa. Es un lujo en este planeta que debemos tomar con responsabilidad.

Ahora estoy haciendo los adobes de mi casa modelo TAISHIN. Las lluvias no me ayudan porque se lava la tierra y sin sol no se secan mis adobes… Lo que le digo a la gente es que “hoy ya me subí en el macho” y que espero celebrar los 30 en casa.

domingo, 8 de abril de 2012

Bequia

Mi lugar favorito en Saint Vincent and the Grenadines se llama Bequia. Se pronuncia “Becuey” y es la isla granadina más grande. Sueño con volver a aquellas playas de arena dorada.

Las playas de Saint Vincent no son tan paradisíacas como las de las granadinas. Muchos ni siquiera llegan a Kingstown. Se van directo a Bequia, Mustique, Canouan, Mayreau o Union Island.

M.I.A. estaba hospedada en Bequia. Aquel jueves en la noche la encaminamos en el speed boat “Beep Beep”. Saltando entre las olas, y a más de 80 kilómetros por hora, llegamos en apenas 15 minutos.



Desde Kingstown hay ferri hasta Bequia. Un viaje round trip cuesta alrededor de EC$ 30.00 (unos $12.00) y tarda aproximadamente una hora. El barco es cómodo pero todo el viaje baila el ritmo del mar. Si uno se marea con facilidad hay que ser prevenido.

Al llegar a Bequia se respira turismo. Ventas de ropa, bikinis, sombreros, cocos… Los mejores hoteles, restaurantes y bares del país están en esta isla. Hay muchos yates anclados cerca del Port Elizabeth. Son europeos y gringos retirados que tienen años viviendo en esos barquitos full acondicionados.

Unas cinco mil personas viven en la pequeña Bequia (18 km2). Una de las playas más concurridas es la Princess Margaret, excelente para navegar, bucear o hacer snorkel.

Muchos artistas han hecho de Bequia su residencia. Eventos culturales como festivales de jazz o exposiciones de arte visual no tienen eco en Kingstown pues Bequia es la capital cultural del país.



Aquella noche mientras navegaba rumbo a Bequia con mis amigos millonarios me sentí afortunado por vivir aquellos lujos sin pagar un centavo. “Es lo que me toca vivir”, pensé y lo asumí como tal.

Llegamos a Bequia entre 10 y 11 de la noche. Anclamos el speed boat en el muelle de un lujoso bar donde tomamos Sunset con jugo de frutas.

Un rasta vicentino me pidió que le comprara un coco. Bueno eso fue lo que entendí. Por mi ebriedad ya casi no le atinaba al vincy. Él quería dinero para seguir bebiendo y solo tenía para ofrecer un pequeño coco. Yo le dije “me na no money” pero él siguió insistiendo. Al final me lo regaló. El coco apareció en casa la mañana siguiente.

Antes de la media noche, M.I.A. se despidió. “See you later”, nos dijimos y nos besamos los cachetes. Con Sophie y su novio regresamos al speed boat para poder volver a casa.

Las estrellas, el mar, el ruido de los motores y gritar a todo pulmón es algo que jamás voy a olvidar. Conocer a M.I.A. fue muy alegre, pero se queda pachito con ese sentimiento de libertad vivido al final de aquel jueves.

Así terminaron mis aventuras de mochilero y mis Caribbean Days. Ahora nuevas experiencias me deparan en mi paisito. Espérenlas.

viernes, 6 de abril de 2012

Sunset

Aquel jueves me levanté pensando que conocería a M.I.A. I was excited. No sabía cómo sería el encuentro. “Quizá sea cuestión de segundos y de un apretón de manos”, pensé. No fue así.

Thursday evening

El entrenamiento con la selección nacional de Rugby de Saint Vincent terminó mientras el sol se ocultaba. M.I.A. y Sophie esperaban en el carro. Tomaban “aguita de coco para matar la sed”.

Yo apestaba. No me bañé ese día y despedía un olorcito a macho sudado que ni yo podía con él. Según mi madre y mi prima el hedor de mi axila es más fuerte de lo normal. Viven repitiéndomelo y yo les creo. Me decía a mí mismo “no levantés los brazos”, “no levantés los brazos”, “no levantés los brazos”.

“Dudu she´s M.I.A.”, dijo Sophie. “Hi, nice to meet you”, dije y le extendí la mano. “Nice to meet you Dudu”, dijo M.I.A. “He´s from El Salvador and is our neighbour”, amplió Sophie. “Ah, ok”, dijo M.I.A. sin interés. Luego se volteó hacia Sophie para seguir hablando entre ellas.

Subimos al carro y salimos del Sports Complex. En el camino me di cuenta que no íbamos para casa, íbamos hacia el Tree House Bar, un pequeño local construido entre dos árboles de mango donde tomaríamos algo mientras esperábamos al director de “Bad Girls”. El fulano llegaría dos horas más tarde desde Barbados.



Sunset es un ron con 84.5 % de alcohol. El más popular entre los vincentians de cantina. Es de lo poco que se produce en Saint Vincent (St. Vincent Distillers LTD). Otro producto nacional y popular es la cerveza Hairoun. Aquella noche yo le fui fiel a la Hairoun mientras M.I.A. prefirió Sunset con jugo de frutas.

Tomar Sunset es casi un ritual en el country side. Se toma un shot straight seguido por dos buenos tragos de agua pura.

Se puede sentir como el líquido caliente baja por la garganta quemándola. Dos tragos son suficientes para poner hablar aguado a cualquiera. En las cantinas venden las pachitas de Sunset desde $2.50 más un garrafón de agua helada. Lo chic es tomarlo con jugo de frutas en bares.

Yo traje seis botellitas de 170 ml. que me han bastado para emborrachar a más de una docena de amigos. Verles aturrar la cara me dibuja de inmediato una sonrisa.

La Hairoun es tan buena como la Suprema. Es otra de las pocas industrias vicentinas (St. Vincent Brewery LTD) aun cuando el propietario del 40 % de la empresa es de República Dominicana. Su única presentación, de 280 ml., me recordaba a la Golden. Sin embargo, mi experiencia cervecera me dice que la Hairoun es una cerveza más fuerte y deliciosa. La extraño.

El inglés propietario del Tree House Bar no se despegó de nosotros. Habló básicamente sobre el funcionamiento del local mientras el novio de Sophie y yo escuchábamos atentos y preguntábamos algo por educación.

M.I.A. y Sophie hablaban entre ellas sin poner atención alrededor. M.I.A. sacó una cajetilla de cigarros y le ofrecí fuego temeroso. Yo la veía con disimulo. Estaba tan sexy y desenfadada como en los videos. Traté de entender la plática que tenía con Sophie, pero solo entendí algunas palabras: media, Madona… Verla me bastaba. Sophie insistió con una foto y me guiñó el ojo.



La hora para ir al aeropuerto llegó. M.I.A. pagó la cuenta amablemente y dijo que Saint Vincent le parecía barato. Fuimos por el director audiovisual y llegamos a casa. Minutos más tarde estábamos navegando en un speed boat hacia Bequia.