jueves, 5 de septiembre de 2013

Reparation

Redemption, que se traduce al español como Redención, no es una palabra común en mi vocabulario. La he oído quizá en rezos, cuando se clama al Redentor, pero aun así me suena extraña, como a herramienta. Al googlearla el buscador me sugirió ir por el significado.

La referencia es “librar a alguien de una mala situación o dolor”. Otros significados hablan de recuperar algo que se había perdido, de cautivos y de libertad de esclavos.

Ahí me di cuenta porque esa palabra no está en mi imaginario. La idea de esclavitud no está marcada en mí como en los caribeños. Aquí se resiente ese doloroso pasado contra los ancestros y ahora se intenta procurar justicia en beneficio de sus futuras generaciones. Pasar de la Redemption a la Reparation.

Kindergarten in Kingstown. 
En St. Vincent las palabras Emancipation, Redemption y sobre todo Reparation se han puesto de moda últimamente.

El uno de agosto está marcado en el calendario de San Vicente y las Granadinas como feriado: Emancipation Day. Ese día cayó jueves y nadie fue a trabajar. Sugerí un “puente” pero aquí no existe eso.

En este contexto tendrá lugar del 15 al 17 de septiembre en Kingstown la Primera Conferencia Regional sobre Reparación. 

En la reunión se debatirá sobre la estrategia para conseguir una “reparación”, de parte de Reino Unido, por la esclavitud y el genocidio de nativos durante la conquista y colonia. Sí, así como lo lee, una Reparación.

Se calcula que más de 12 millones de africanos fueron traídos como esclavos al nuevo mundo y se sabe que, antes de ser descubierta en el siglo XV, esta isla ya era habitada por nativos, quienes la llamaban Hairouna, que humildemente significa “Tierra de las bendiciones”.

De alguna manera u otra, St. Vincent fue colonia británica por más de 200 años (1763-1979).



Tomando en cuenta considerables diferencias, podríamos hacer la siguiente comparación. Si El Salvador ahora celebra 192 años de independencia, St. Vincent va a celebrar en octubre 34 años!

A diferencia de El Salvador, que es una República presidencialista, en St. Vincent la forma de gobierno es una monarquía constitucional.

En 2007, a través de un referéndum, se intentó cambiar la forma de gobierno a presidencialista, pero no se consiguieron los votos necesarios.

Canadá y Australia también son monarquías y al igual que St. Vincent y muchas otras islas del Caribe comparten como jefa de estado a Elizabeth II, quien aparece en las monedas locales de cada país.

Desde 2001 a la fecha, el primer ministro, quien viene a ser como el presidente, es Ralph Gonsalves, un político de centro-izquierda muy cercano a Caracas y La Habana.



No sabría evaluar la influencia inglesa en St. Vincent. Lo que está a la vista son los carros con el timón a la derecha y los jubilados británicos que vienen a vacacionar. Muchos se terminan quedando.

Los intelectuales y académicos involucrados en la Comisión de Reparaciones creen que hay condiciones suficientes para hablar de una auténtica Reparación.
  
Uno de los protagonistas en este proceso es el profesor Sir Hilary Beckles, de la University of the West Indies, quien presentó recientemente en Kingstown su libro “Britain’s Black Debt, Reparation for Caribbean Slavery and Native Genocide”.

Según el académico, el comercio de esclavos habría sido un negocio floreciente hasta su abolición en 1834, hace 179 años. Serían los caribeños de ahora, la quinta generación después de los seres humanos que fueron esclavizados.

La Reparación está recargada en Reino Unido porque fueron ellos los pioneros del comercio con esclavos, quienes más tenían en 1834 y quienes produjeron mayores ganancias.

Lujosas mansiones se construyeron en Reino Unido con fortunas hechas mediante el comercio de esclavos en el Caribe. Como la mansión Harewood. Al terminar la esclavitud, los Harewood era la familia que más personas tenía bajo su dominio. 

Beckles apela con energía el hecho que los ingleses hasta ahora han dicho que lo lamentan, pero que no se van a disculpar. Que si ellos son desarrollados es porque tienen cultura y si el Caribe quiere desarrollo debe ir también por su cultura.

En su libro, el profesor se refiere al enriquecimiento criminal de la familia real, las familias élites, los bancos, el gobierno y la iglesia británica. “Familias y entidades que nunca han dejado de ser las mismas”.

Una población insana y analfabeta es la herencia de la esclavitud para los caribeños. Estudios señalan que un 60 % de los mayores de 60 años padecen enfermedades crónicas y que el analfabetismo no se redujo al ritmo esperado.


El profesor Sir Hilary Beckles. Foto de Searchlight Newspaper.
En sus declaraciones finales, el académico dijo que el CARICOM se debe unir en este tema y que se deben establecer en cada país comisiones que empujen esta Reparación, que en todo caso debe llegar con cara de desarrollo.

Redemption es librarse de lo que no va bien. Lograr una verdadera independencia. Feliz mes.


Thirty-nine Men, Fifteen Boys, Twenty-four Women and Sixteen Girls…
just arrived…
from Sierra Leon.

jueves, 25 de julio de 2013

Santa Lucha

Algo que me preguntan bastantito es dónde exactamente está la isla donde vivo. Hasta ahora no he convencido a muchos con la ubicación que brindo verbalmente.

- En las Antillas Menores.
-Mmm...

No, si yo tampoco conocía mucho eso de las antillas. Ahora sé que las hay Mayores, que son las que uno medio conoce: Cuba, República Dominicana, Haití, Jamaica, Puerto Rico y que hasta allá abajo está Trinidad y Tobago.

Sabía de las otras islas pequeñas por ahí y por allá, pero nada muy relevante, nomas que eran unos paraísos caribeños para gente con plata.

Pues Antillas Menores se les llama a un montón de islitas, del tamaño del departamento de Cabañas, que están regadas entre la Perla y Trinilandia.

En el mapa estas islas dibujan una medialuna que mira hacia el Mar Caribe y le da la espalda al Atlántico

En ese pedazo de Caribe hay al menos siete países y siete territorios que son llamados de “ultramar” o “no incorporados” a algún otro país.

Los países son 1. Antigua y Barbuda, 2. San Cristobal y Nieves, 3. Dominica, 4. Santa Lucía, 5. Barbados, 6. San Vicente y las Granadinas (donde vivo) y finalmente 7. Grenada.

Paréntesis. Yo me lo he pensado... esas Granadinas quizás todas eran de Grenada, pero alguien quiso quedar bien con el santo y le regalo unas.

Las Granadinas son, entre este grupo de islas, las más pequeñas. Bequia, la más cercana a  mí, mide apenas 18 kilómetros cuadrados.

Están ubicadas entre las islas de San Vicente y Grenada, entre las que, en algún momento de la historia, se repartieron las mentadas Granadinas.

A saber como también fue la repartición de los ahora “departamentos de ultramar” que aun tienen por estos lares Reino Unido (1. Islas Vírgenes Británicas, 2.Anguila, 3.Montserrat), Francia (4. Guadalupe y 5. Martinica), Países Bajos (6. San Martín) y unas Islas Vírgenes que dicen los gringos que son territorios no incorporados de ellos.

Pues mis vecinos más cercanos son: al norte Santa Lucía, al sur Grenada, al este Barbados y al oeste el Mar Caribe. Grenada es un país, poco más pequeño que San Vicente, que no llama mucho mi atención. A Barbados espero nunca tener que ir. Saben que solo por hacer una conexión en su aeropuerto cobran $200 a los salvadoreños!?

Cuando en mayo regresé a mis entrenos de rugby mis compañeros ya estaban montados en el caballo. “En julio nos vamos a un torneo en Santa Lucia. En velero”. Imperdible.

-Dudu, you want to come?
-YESSS!!! 



El Tackle

Los entrenos se tornaron agotadores y más rudos de lo normal en el SVG Natonal Rugby Union Team. “Santa Lucía”, gritaban algunos jugadores en los momentos de mayor tensión durante las prácticas.

Pasamos del Touch al Hold. Antes, para detener al que iba con la pelota bastaba con tocarlo con las dos manos y para ponerle emoción gritar Touch!

En los últimos entrenos practicamos como verdaderamente se hace. Deteniendo, a toda costa, al cliente que va con la pelota.

Detener a un jugador de rugby que lleva la pelota es como tratar de detener a una vaca brava que va corriendo sin lazo.

Quien lleva la pelota no se importa de lo que hay en su frente. La defensa es la que debe estar en línea recta para que la vaca no sepa para donde agarrar.

La vaca va a buscar los agujeros y puede irse también contra quien considere más débil. La forma más común para detenerla es abrazándola por la cintura y piernas para luego tratar de derribarla y que no continúe la marcha.

Yo he conseguido derribar varias vacas y me tumban a cada rato. Realmente es difìcil no salir con raspones y mallugadas de una práctica de rugby.

Cuando finalmente se la detiene, los jugadores de ambos equipos deben acudir al jelengue para tratar de recuperar la pelota. A eso, detener la vaca se le llama Tackle.

Algo que se evita si uno pasa el balón antes que lo detengan, que es lo que yo hago la mayoría de veces.

Estoy en el proceso para aprender a hacer el Tackle. Me da miedo pero si quiero realmente jugar al rugby tengo que hacerlo sin que parezca que me estoy cagando del miedo.

Me han explicado que cuando uno es la vaca y lo detienen, lo mejor es, buscar el suelo, poner la pelota al frente de su equipo, protegerse las orejas y esperar que un compañero tome la pelota.

Pero en el Tackle esto no siempre es así. En el Tackle hay empujones, jaloneos, codazos, rodillazos, que te patean, que te dieron un cabezaso...

A dos semanas de viajar a Santa Lucía yo estaba afilado y con ganas de defender el verde, amarillo y azul de San Vicente y las Granadinas.

Me acuerdo que en los intramuros de la escuela nunca me daban chance de jugar fútbol por ruin. Y realmente era y sigo siendo ruin para el fútbol.

No sé que me pasa con el rugby, pero solo participar en una buena jugada me dibuja una sonrisa y me da la alegría del deporte.

Me in St Lucía. Julio 2013

Vida de barco

El día que zarpábamos no estaba emocionado. Estaba mas bien nervioso. Imaginaba y suponía cosas. El miedo se me fue quitando cuando vi llegar al equipo. A las siete de la noche de un jueves estábamos levantando el ancla de Puka.

Puka es un velero con capacidad para ocho personas. Tiene cuatro habitaciones dobles, cuatro baños y cocina-comedor en la cabina. En cubierta hay una especie de sillones y otra mesa.

Nosotros eramos 18 así que los espacios lucían más abarrotados de lo normal. A los pocos minutos izaron la vela y el barco comenzó a zurcar el mar con mayor facilidad. 

Tenía gueba de entender el vincy así que opté por escuchar mi música. Me quedé hipnotizado por la luna casi llena. Mecido al ritmo del mar y acariciado por la brisa. Que más podía pedir. La mecedera me dio sueño y al ratito estaba roncando.

De repente sentí como si me jalaban los pies y después como si iba en un tobogán de cabeza. El mar nos estaba meciendo muy fuerte. Abrí los ojos y vi que estaba oscuro y lloviendo. Después me percaté de lo peor, el motor de Puka estaba apagado.

Me levanté y salí a cubierta. Estábamos sin energía. A merced del mar. Y para colmo lloviendo. Cinco personas ya habían vomitado mientras yo dormía. Estábamos cagados. Yo me persigné al derecho y al revés, por suerte no me aruñé la cara, como en los cuentos de Salarrué.

Comencé a sentir tipo retorsijón. Palidecí. 

El capitán entró en la cabina y abrió un cajón donde estaba el motor. Yo reaccioné y sostuve una lámpara. Con una tenaza el capitán aflojaba y socaba unos tornillos. Gritaba “try now” y alguien en cubierta trataba de darle star al motor. Después de varios intentos el motor encendió.

Los que pudimos volvimos a dormirnos.
   
A las seis de la mañana del viernes desperté. El barco no se movía casi nada y afuera alumbraban los primeros rayos de sol. Estábamos en Santa Lucia. 

PUKA



Rodney Bay

Playas largas y de arena clarita, hoteles, restaurantes, un centro comercial lujoso, bares... Santa Lucia me pareció un lugar con mayor infraestructura turística en comparación con San Vicente.

En cada esquina me ofrecían taxi. Me ven como asiático. “Señor si se quiere sentar aquí tiene que pagar, usted es Filipino verdad?” me dijeron solo porque me senté en una silla de playa.

De ahí que si quería agua de coco, andar en moto acuática, un sombrero hecho de palma... Parecían de esos gavilanes que hay en todos los lugares turísticos.

Rodney Bay es el área con más desarrollo en Santa Lucia. Donde todo mundo va. Muchos, como yo, se van de Santa Lucia sin conocer Castries, la capital. 

El grupo se dividió y en Puka nos quedamos diez personas. La vida en el barco era simple. Jugamos naipe, domino, entrabamos al mar, hicimos comida, lavamos el barco. Fuimos familia por tres días.

El sábado el equipo se juntó en la cancha. Nuestros oponentes eran los equipos A y B de Santa Lucia y un equipo formado por ingleses que se hacían llamar Coaches.

El primer partido San Vicente le ganó por más de 10 puntos al equipo B de Santa Lucía. Yo pensé "esto será pan comido" y hasta me dieron ganas de jugar. Yo me puse el uniforme, sin mucha ambición porque habíamos cuatro en la banca. Obviamente yo era la última opción.

Los nuestros fueron cayendo. Raspones, vaguidos, torceduras y el mismo cansancio fue debilitándolos. Los equipos A de Santa Lucia y los Coaches nos pegaron sendas taleguiadas. En una de esas yo entré al último minuto.

Tipo, bueno ya nos ganaron demole chance al Dudu. No toque la pelota. Y lo peor, que además es algo que me decepciona, es que cuando tuve que detener a la vaca brava sin lazo, la puta bufó, me asustó y se paso.
  
Ganamos el tercer lugar. Fue un torneo para practicar y hacer amigos. Terminamos bailando Soca.

Nos fuimos de Santa Lucía el domingo por la noche. La luna, a pocas horas de estar totalmente llena, me volvió a hipnotizar.

En ese trance estaba cuando de pronto, como un hasta luego, las montañas Pitons aparecieron en el horizonte. Verlas alumbradas por la luna fue como tomar de esas fotos mentales que se quedan con uno para siempre. 


En tres días en Rodney Bay vi más mujeres negras bonitas
que en tres meses en San Vicente y la Granadinas.

La más alta mide como 800 metros. Dicen que son las chiches de la Santa Lucía.
En las otras islas con nombres de santos no hay montañas así.


lunes, 6 de mayo de 2013

Tener casa es barrer la casa

Hay que cuidarla. Estar pendiente de las goteras. Desempolvarla.

Que sino se avejenta.

Construirla da tanto gusto y trabajo que uno termina enamorándose de aquel pedacito de suelo, paredes y techo. Ese espacio donde las gentes acumulan babosadas.

Estoy construyendo mi casa y de piloso le he puesto nombre. Se llama Tamarindo. 

Aquí les comparto esta love story:






¿Cuántas veces hemos  visto casas que nos gustan, tal vez no en su completo, pero hay algo en ellas que gusta bastante, tanto como para tratar de reproducir esas formas?

Pues ese es mi caso. Yo voy armando mi Casa Tamarindo copiando ideas de los lugares en los que he vivido o paseado.

La Antena

Mi casa está en un lugar conocido como La Antena. Se llama así porque allá por 1970 el gobierno instaló en ese lugar una antena que retrasmitía la señal de la televisión y la radio nacional.

Durante la guerra fue derribada. De aquella estructura metálica, que seguro aportó al entretenimiento de muchos, solo quedó la herencia del nombre. 

Ahora La Antena es un caserío del cantón Tempisque, municipio de Guacotecti, departamento de Cabañas, El Salvador, en América Central.

Se trata de un potrero de aproximadamente nueve manzanas propiedad del Estado salvadoreño.

Un 40 % está lleno de pinos, eucaliptos, tecas y otros árboles. En otro 40 % hay dos maltrechas canchas de fútbol y una de basquetbol. El resto se puede decir que está poblado. 

En la comunidad hay 420 almas, según un censo del ministerio de Salud.

La mitad de los habitantes compró su parcela fuera del área estatal.

La otra mitad construyó su casa ahí porque no tenían adonde más ir.

Al terminar la guerra y con el ok del gobierno se fueron quedando al interior de una palizada y nunca han salido de ahí ni logrado un documento que los acredite como dueños.
  
Mi casa está a lado de La Antena. Si van por ahí se darán cuenta que ya es muy popular la casa de adobe que está haciendo el muchacho colocho, el hijo de don David o el hermano de “Jaime Sancocho”.

Casa Tamarindo, abril de 2013.



2012

Después de una buena paseada por cinco países regresé al mío en marzo de 2012 con el objetivo de construir una casa.

Pero no una casa común, sino mi casa, la que voy armando en el camino y a mi gusto. Una casa sobre todo sustentable y armónica. 

Lo que tenía era un pedazo de tierra heredado y un montón de ideas. Me dispuse primero a medir y cercar el área. No me fue difícil encontrar ayuda. 

Dos ex trabajadores de mi papá me ayudaron tres días, pero al siguiente lunes no llegaron y como eran mis primeros mozos pensé que quizá era yo un mal patrón.

Nada de eso. Después me enteré que mis empleados no habían llegado por estar de goma.

Me terminó de ayudar El Comandante, un lisiado de guerra, y don Adán, un tío González que me salió en el camino.

El cerco, principalmente de brotones de jiote y tempate, floreció a los dos meses de sembrado. Cabal me dijo mi abuela “este es el tiempo para brotonear”.

Hice los cimientos para la casa y compré el material para hacer los adobes, iba todo viento en popa cuando de pronto… lluvia.

Nadie hace casas de adobe en época de lluvia, pero como este arquitecto es primerizo no sabía.

Para no perder el impulso me propuse a preparar todo para comenzar la casa al inicio de la época seca. Construí un baño ecológico que a la vez serviría de bodega e instalé el agua potable. 

No podía comenzar la casa sin antes instalar el agua potable.

¿Cómo va la casa? Me preguntaban. No he comenzado aún, les decía. Y entonces me miraban como pensando “esa casa es pura paja”. Pero yo sabía lo que hacía. Lo que necesitaba era tiempo y condiciones adecuadas.

Las condiciones fueron adecuadas para otra cosa: la siembra. Sembré frutales y maderables, arbolitos que quiero como si fueran hijos. Que me entristecen cuando se los comen los zompopos y me llenan de alegría cuando compruebo su crecimiento y desarrollo.

Cuando menos sentí ya era diciembre. Ya no llovía.

Adobes 

Cada vez que veía el cerrito que formaban las cuatro camionadas de tierra blanca pensaba “esta es la peor inversión que he hecho en mi vida”.

Buena parte de la tierra se perdía con la lluvia y solo podía protegerla mientras tanto con plástico. 

Finalmente me aventé a hacer los adobes. Tres vecinos de la Azacualpa me ayudaron durante tres semanas. Hicimos 1,600 adobes, más o menos 100 por día. 

Se trata de adobes reforzados tipo TAISHIN, hechos con 4 cantidades de tierra blanca por 1 de barro. Yo además les puse zacate de arroz. “Pa´que amarre”, me dijo la sabiduría popular.

Los adobes necesitaron más de 15 días de secado al sol. Quedaron cachimbones. 

Los adobes parecían quesos gigantes.


Sin embargo, estaba preocupado por su fragilidad a la hora de trasportarlos. De Ilobasco a Guacotecti hay al menos 25 kilómetros. Una buena prensada fue la solución. En cuatro viajes que hicimos ni un solo adobe se quebró.

Camping

Ya con los adobes en el puesto y un sol radiante no había más que aventarse a construir la casa. Un joven albañil se entusiasmó como yo en la tarea y el 11 de enero comenzamos la construcción. 

Conté con la asesoría y capacitación de FUNDASAL, una oenegé involucrada en el proyecto TAISHIN. Ellos nos explicaron principalmente como amarrar las varas de castilla, algunos tipos de repello y afinado.

De ahí en adelante todo fue sentido común entre el manual de las 10 adobe-claves, el albañil, los ayudantes y yo. 

Mientras todo esto pasaba, un campamento se instaló por dos meses a un lado de la que sería la casa.

Claro que tuve miedo. Era yo solo con una hondilla en medio de la nada en una zona estigmatizada como peligrosa. A pesar de eso, nunca me ha pasado nada violento o referente a maras en La Antena. Nunca.

Para mi ventaja conté con buenos amigos y amigas que llegaban de vez en vez a compartir comida, un cafecito o simplemente a platicar.

Con solo que ellos llegaran y me dijeran “Guayo que bonita te va quedando la casa” la cara de cansancio me cambiaba y me daban más ganas de seguir haciendo bien las cosas al día siguiente.

Gracias Gorda, Flowers y Yamilek. Las extraño...


Cuando desmonté finalmente el camping me sentí triste. Era una cosa absurda porque ya tenía un techo donde protegerme. Metí las cosas en la casa y cerré la puerta. Era mi primera noche en mi primera casa.

La emoción que pensé vivir en ese momento no la sentí. La vengo sintiendo desde que me puse a cercar el terreno. Y la voy a seguir sintiendo a medida vaya ampliando la casa.

Cuesta decir “pase adelante”. Quien invita a pasar a su propia casa sabe a lo que me refiero.

Tamarindo: Casa sustentable y granja orgánica es un proyecto que vivirá hasta el final de mis días. Se trata de tecnologías apropiadas, permacultura, espiritualidad, rescate de tradiciones, respeto al planeta y apoyo a economías locales.

Se trata de reproducir un estilo de vida en sintonía con los recursos del planeta.









¿Quién construye una casa y se va? Es lo que me pregunto.

La dejo en muy buenas manos, con gente que comparte mi visión de vida. La retomaré tan pronto que nuevos recursos e ideas confluyan en la Casa Tamarindo.

Tener casa es extrañar la casa.