miércoles, 6 de marzo de 2019

Lima

Cada cierto tiempo tengo la necesidad de huir. No de mí mismo sino de mi entorno. Hoy he huido al Perú y es su capital, Lima, la que me ha recibido. Aquí mis impresiones de una ciudad que huele a pescado.

Lima proviene de Rimac, nombre de uno de los ríos que atraviesan la ciudad

Lima es desértica y plana, tanto que se prolonga hasta el horizonte. Ocupa más de 130 kilómetros de la costa central del país. Está frente al océano Pacífico, esto aun cuando los mismos limeños se mofan diciendo que Lima vive de espaldas al mar.

En esta ciudad, de casi 500 años de antigüedad, habitan más de 10 millones de almas, el 30 % de los peruanos. Es la ciudad más poblada del país y la  tercera más poblada de Hispanoamérica, después de São Paulo y CDMX.

Mi primer destino fue el distrito de La Perla, en la provincia del Callao, a unos 20 minutos del aeropuerto Jorge Chávez. El Callao es como Santa Tecla o Soyapango, ciudades independientes que han sido absorbidas por ciudades capitales.

Solo había oído el nombre Callao en la canción “La Perla” de Calle 13 y Rubén Blades. En Lima, entre otras cosas, se conoce como un lugar inseguro y peligroso. Lo supe de entrada, a medianoche, cuando el taxista que me llevaba no me repetía otra cosa.

El miedo fue breve y acabó cuando los hermanos Gamboa me recibieron como a un viejo amigo. Bienvenida con Pisco y desde ya cerca de un sitio de interés turístico, justo enfrente del colegio militar Leoncio Prado, en el que se inspiró la novela “La ciudad y los perros” del célebre Mario Vargas Llosa.


El Leoncio Prado continúa siendo un colegio de prestigio militar

Mis nuevos amigos peruanos, a quienes conocí a través de la red social para viajeros Couchsurfing, me orientaron y con sus consejos pude familiarizarme con los buses, un sistema barato y precario como el salvadoreño.

Lo que hice al siguiente día fue comprar un chip telefónico para poner Internet, que sin Google Map me hubiera dado sendas perdidas en la urbe, quizá allá anduviera todavía.

Aconsejo a todo mochilero comprar un chip telefónico local. Por un par de dólares y simplemente con pasaporte adquirís un número nacional y promociones de Internet. No siempre hallas WiFi y se debe estar conectado.

Luego me fui al mercado Magdalena a degustar un auténtico ceviche por la risible cantidad de cuatro dólares. Me preguntaron si lo quería con todo y les dije que sí, chis. Hasta chilipucas le habían puesto.

Fui al museo Larco pero no entré, mejor me tumbé sobre la grama del parquecito que está afuera y realicé una visita virtual. Pensé: “por $10 mejor me compro otros dos cevichitos”

Pescado pasado por jugo de limón, cebolla morada, ají, camote, choclo…

Mi segundo destino fue el distrito de Miraflores, quizá el punto más cosmopolita de la ciudad. Mares de gentes por las avenidas, comercios caros, turistas, transnacionales… también dos parques muy conocidos, el Kennedy y el parque del Amor. Nada del otro mundo pero sí mucho ornato.

Desde ahí me moví hacia la Plaza de Armas donde aprecié sus edificios coloniales con suntuosos balcones de madera. En la catedral te cobran por entrar así que mejor me tomé una cerveza. Se camina mucho en el centro y es necesario un buen par de tenis, agua y muchos ánimos.

Luego me moví al distrito de San Isidro, una zona residencial de lujo. Desde ahí visité el jirón (calle) Amazonas donde me compré dos libros de segunda mano y el circuito mágico del agua o parque de las aguas.

Recomiendo visitar este parque temático, único en Latinoamérica, con enormes fuentes de agua y bien cuidados jardines. El show de luces por la noche es espectacular. Cuesta apenas cuatro soles, $1.50 aproximadamente.

El parque del Amor es ideal para caminatas o paseos en bicicleta


En el parque de las Aguas hay tres funciones de luces, la primera a las 7:15 PM

Le dicen Lima la gris por su persistente cobertura nubosa debido a la humedad. Es una ciudad donde nunca o casi nunca llueve. Cuando fui hacía calor, pero dicen que también hay un frio desértico que cala los huesos.

Yo además percibí un olor a pescado, supongo que es la briza marina que azota constantemente a la ciudad que a pesar de ser costera no destaca por sus playas.

No son nuestros paraísos tropicales, son más bien acantilados y desierto costero donde lo que abundan son las piedras. Sí hay surfistas o algunas personas tomando el sol, pero no se siente un ambiente playero. El mar está ahí pero no se antoja.

Para disfrutar de la playa los limeños salen de la ciudad, un poco hacia el norte o el sur. A mí me tocó ir al sur. Visité San Bártolo y me metí al mar. El agua estaba fría y doblemente salada. El olor a pescado era más intenso y el mar muy violento. Me salí decepcionado.

Donde sí me encantó la playa fue en Punta Hermosa, cerquita de San Bártolo, pero con una playa llamada Norte donde tuve un buen día. Ahí me quedé dos noches y disfruté mis últimas horas en esa mega ciudad hedionda.

Luego de una semana en Lima abordé un bus nocturno que me llevó a la sierra, a Huancayo, a 3200 msnm.

En la playa Norte, en Punta Hermosa, las olas son propicias para el surf

Me contaron que en la costa peruana hay una corriente submarina de agua fría, corriente de Humboldt se llama, que facilita la reproducción del plancton, el alimento de los peces, y que por eso en la costa limeña abunda se consume mucho pescado.

En lugar de pupuserías hay pescaderías donde su degustan ceviches, pescados fritos y otras delicias marinas. Antes de salir de El Salvador me dije que en Perú tendría un viaje gastronómico. Con este inicio en Lima mi expectativa se está cumpliendo. Mi recomendación: vayan a Lima y coman pescado.

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