Esta ciudad es el principal destino turístico del Perú.
Antes pensaba que esa afirmación era pretenciosa. Ocho días me bastaron para
comprender que no es pretensión y que está fundamentado ir exclusivamente a
Cusco. Aquí dejo algunos datos para viajeros que más que destinos turísticos
buscan experiencias auténticas.
Plaza de Armas de Cusco |
Desde Lima hay varias rutas para llegar a Cusco. La más
común es volar, el costo de un pasaje ronda los $100. Luego se tienen los autobuses,
los hay de todo tipo y precio. La ruta más común es descender hacia el sur,
hasta Ica, y luego adentrarse en la cordillera de los Andes.
Los buses normalmente ofrecen tres tipos de acomodaciones
que dependen del tamaño del asiento. Así los más caros son las butacas llamadas
“camas”, también las hay semicamas o el simple sillón reclinable.
La ruta que había establecido no era vía Ica por lo que no
podía tomar uno de esos buses directos que tardan 24 horas en llegar, pensé que
sería cansado. Además quería conocer aunque fuera brevemente un par de destinos
durante mi camino a Cusco.
Tomé un bus que tardó 10 horas para llegar a Huancayo. Salí
a las ocho de la noche, me dormí, como todo mundo, y amanecí como a las cinco
de la mañana, ya no a 100 msnm sino a 3400.
El temido mal de altura o soroche no me pegó de inmediato.
Lo que me pasó fue que ambos oídos le hicieron “plup, plup” y quedé oyendo de
otro modo.
Estuve dos noches en Huancayo una ciudad que me pareció loca
a causa de los taxis. Hay cientos y funcionan como transporte público, les
llaman colectivos y te cobran baratazo por atravesarte la ciudad.
Yo lo supe después, el primer día caminé mucho y tal como
había leído mi cuerpo se puso lento, cansado y adolorido por la falta de
oxígeno. Sin embargo, como sabía que mi tiempo ahí era breve, caminé a un par
de lugares para aclimatarme.
Parque de la identidad Huanca |
Agarré un bus de día que atravesó más montañas y en ocho
horas me llevó hasta Ayacucho. Un lugar histórico donde han ocurrido dos hechos
importantes.
En uno de sus valles se desarrolló la más notable batalla de
independencia de la corona española y fue además la cuna del movimiento conocido como Sendero Luminoso, ahí fue que
mandaron a dar clases a Abimael Guzmán, el fundador de ese grupo que en los
años 80 exterminó a miles de peruanos.
Aquí también comprendí la importancia de la papa en la dieta
peruana. Vi y degusté la enorme variedad, ahí quizá también me empaché porque
desde entonces ya no le hice tan buena cara.
Lapapa, lapapa, lapapaaaaa |
Entre las montañas de Cusco se estableció el imperio Inca
por lo que lo ancestral se percibe en el aire de la ciudad. También las
iglesias y palacios coloniales, de estilo barroco y neoclásico, dan la
sensación de haber retrocedido en el tiempo.
Cuenta la historia que el líder indígena Manco Capac le
ordenó a un ave posarse sobre un peñón para establecer el lugar donde irían a
vivir. Cuando el ave aterrizó en la piedra se hizo mojón y a ese mojón en
lengua aimara le decían Qusqu. Los españoles lo tradujeron a Cuzco pero desde
los años 70, y por lo menos en Perú, la forma más usada es Cusco.
Me hospedé en el Centro Cultural Harijan Mandir, ubicado en
la esquina de la calle Nueva Alta y la Queswa. Es un espacio Hare Krishna donde
hice voluntariado por una semana y tuve la sensación de compartir con viejos
amigos.
El convenio era alojamiento, comida y participación en sus
actividades a cambio de ayudar en la preparación y venta de pan. Cuando llegué
había al menos 10 personas más. Peruanos, mexicanos, venezolanos, argentinos… a
los hombres nos decían prabhús, así yo era el prabhú Eduardo, a las mujeres les
decíamos madres.
Había que levantarse a las cinco de la mañana para bañarse y
poder empezar cualquier actividad “sin impurezas de entes nocturnos”. A las
cinco y media comenzaban a sonar un tambor y unas campanitas en el templo y
antes de las seis ya estábamos cantándole a Krishna.
Se preparaba el desayuno y varias latas con empanadas
vegetarianas. Debo confesar que está parte de la venta no me simpatizaba mucho
pero al final la disfruté y me da risa recordarme pregonando, cual vendedor
ambulante, “empanadas calientitas”.
Me encantaron las llamas |
Mis amigos del Centro Cultural Harijan Mandir en el eco-yoga |
Tuve la suerte de conocer Pisac, motivado por un amigo
venezolano que vivía en ese lugar y me sirvió de guía. Se trata de uno de los
tantos pueblitos ubicados en el valle sagrado de los Incas. Puedo decir que
esas horas que estuve ahí fueron suficientes para decirme “podría vivir en este
lugar”.
El tema en Pisac es la medicina sagrada, muchos llegan ahí
buscando la famosa debida indígena llamada Ayahuasca y muchos también son estafados. Nunca me interesé
en Ayahuasca pero me dijeron que lo mejor es tomarla en alguna comunidad amazónica y que durante un proceso de integración te la ofrecen como medicina y
de forma gratuita.
Pero la gente llega con prisa y en tres días quieren sí o sí
darse el viaje con Ayahuasca y pues siempre hay una gente lista que ofrece los
productos que la otra gente necesita.
A mí me dieron a probar unas gotas para los ojos que se
llaman Sananga, son la esencia de una planta amazónica que es usada para sanar
y mejorar la vista. Como no tengo ningún problema visual no sé cómo le habrá
ido.
Pues algo similar a la locura del Ayahuasca sucede con las
ruinas de Machu Pichu y la montaña de siete colores. El turismo es sin duda una
actividad primordial en Cusco por lo que se presta para los abusos y
estafadores.
Machu Pichu está a 130 kilómetros de Cusco, la entrada al
parque cuesta más de 60 dólares y se mantiene atestado de turistas que
por obligación se hacen acompañar de un guía. Así que la gracia de estar
cuatro horas en ese lugar sale como en $150. Para mí eso es caro y prefiero
disfrutar ese dinero de otra manera. No fui y no tengo ningún resentimiento al
respecto.
Descubriendo algún rincón de la ciudad de Cusco |
En Cusco comí rocoto relleno, la versión de nuestros chiles rellenos, que los venden en la calle, son baratos y deliciosos. Comí choclo con queso y trucha. Con los hare Krishna me reafirmé lo delicioso que se puede comer de forma vegetariana. Mi viaje continuó siendo más gastronómico, mi estómago y mi bolsillo estaban contentos.