Un breve paseo en la Totora cuesta tres dólares. Los Uros viven del turismo |
Después de Lima y Cusco, Puno era mi tercer y
último gran destino en Perú. Se trata de una ciudad en las alturas de los Andes
y a orillas del lago Titicaca; un lugar místico y de mucho folclor.
Quitando los momentos en los que padecí frío intenso puedo
decir que mi semana en Puno fue un tiempo de regocijo, casi sagrado, que me
permitió sentirme pleno, como un viajero que
se gradúa y va cómodamente descubriendo el mundo.
Festividad a la virgen de la Candelaria es patrimonio cultural inmaterial de la humanidad |
De entrada me hallé en una casa de una familia puneña de
clase media y muy educada. Me preguntaron sobre política, maras, futbol y otros
detalles de El Salvador, no tocó más que hacerla de excelentísimo y plenipotenciario
señor embajador, como ya me ha tocado en tantas ocasiones. Después de tomar
café nos fuimos a casa.
David vive donde Andrés, este último es profesor de primaria
y chamán, pero también es propietario de un hotel en desarrollo a orillas del
lago. Es peruano y debe tener unos 60 años. Ha invertido dinero en su negocio y
pretende vivir de él, pero le hace falta promoción y personal. A mí me ofreció
trabajo pero yo ya tenía una ruta trazada.
Mi hospedaje estaba pues a 12 kilómetros del centro, en un
poblado que se llama Ishu. Se trata de una zona rural a la que viene
persiguiendo la ciudad. Está sobre la calle que lleva al sur, hacia el
municipio de Chucuito. Yo como todo experto hasta de cobrador le hice en los
microbuses.
Ishu es el nombre de un tipo de maleza muy común en la campiña de Puno |
Los agricultores de Ishu me convidaron a jugar fútbol. Acepté,
pero cada cinco minutos dejaba de correr y respiraba como si el aire se fuera
acabar. Mi corazón se quería salir y me arrepentía de semejante atrevimiento.
Dos minutos después volvía a la cancha animado por la sonrisa cómplice de los
jornaleros.
Un día antes la selección de fútbol de El Salvador le había
ganado de chiripa un partido amistoso a su similar de Perú. Pensé que sería
chistoso anotarles un gol y me lo propuse. Sus movimientos eran lentos y
realmente creí que podía hacerlo. Aun siendo yo un maleta para ese deporte.
Agricultores lavando cebollas moradas, muy comunes en el menú peruano |
Pues bien, después de la instalación en el hotel de campo me
dispuse a descubrir la ciudad. Iglesia cerrada, plaza pequeña, un mirador por
aquí, un arco por allá… Lo realmente atractivo para los turistas que visitan
Puno son las opciones en el lago Titicaca. Yo me conformé con una visita a las
islas flotantes de los Uros.
Una isla que flota no se ve todos los días. Los Uros del Titicaca, el
pueblo ancestral que habita sobre ellas, no quieren vivir en tierra firme
aunque se pasen la vida construyéndose el suelo. Se llama Totora la planta que
nace del lago y con la que se tejen las islas.
Ahí donde la Totora brota más tupida se van ellos a
tejerla y forman una capa vegetal sobre la que construyen sus viviendas, que
son de una sola habitación con paredes y hasta techo de la misma planta. Si
veinte personas saltan a la vez la isla se balancea.
La etnia de los Uros se distribuye en el altiplano Andino (Argentina, Bolivia, Chile y Perú, ) |
Actualmente aseguran que hay más de cien islas y en cada una
vive un aproximado de cinco familias. Están organizados para que cada una sea
visitada equitativamente por turistas, que llegan los 365 días del año a
conocer su peculiar forma de vida.
Los Uros se dicen que no pertenecen a tierra firme, donde es
caro vivir, son discriminados y no se respetan las leyes ancestrales. Afirman
que el imperio Inca surgió del fondo del lago Titicaca e insisten en mantenerse
lo más cerca posible a ese origen.
Esto a pesar de lo incomodo que a nosotros nos pueda parecer
vivir en esas condiciones, donde se sobrevive del turismo y un poco de la pesca
y la colecta de huevos de aves.
El sol pega fuerte sobre las islas de los Uros. No pude
saber a ciencia cierta cómo le hacen con el sanitario o con la poca basura que
podrían generar. Me arrepiento de no haberles comprado la artesanía fea que
tanto insistieron en venderme.
Viajando he aprendido a capturar momentos en mi memoria más
que a comprar un objeto recuerdo. Hay que viajar livianos para poder ir más cómodos.
Los Uros nos demuestran que se puede vivir con poco cuando hay convicciones.
No gasté una pelota de jabón para lavarme la ropa durante cinco semanas |